sábado, 11 de agosto de 2018

Montando una "yurta"

Hoy no me ocupa subir una montaña, me ocupa algo más importante, para poder ser un buen aprendiz de sueños hay que practicar y que casualidad, Ani nos invitó a participar del suyo y el escenario estaba en las montañas de mis sueños. No pude decir que no y me encontré una yurta envuelta para regalo.

A sido apasionante desembalarla, porque a cada paso íbamos descubriendo la cultura del pueblo mongol y nos íbamos descubriendo a nosotros que nos hemos conocido hoy para tener este sueño.


Nuestra experiencia era cero, pero la voluntad era mucha y poco a poco fuimos uniendo las piezas y haciendo encajar nuestras ganas de soñar juntos.

El principio es complicado porque todo va atado con cuerdas, la yurta es una vivienda de un pueblo nómada que la montan y la desmontan con frecuencia.

Nos costó ir cogiendo el concepto, pero a medida que avanzamos todo va siendo más lógico y previsible.

Ani estaba tan feliz, su sueño tenía puerta.

Poco a poco se fue cosiendo el perímetro.

Y desde arriba ya parecía un corral.

Luego empezó la fiesta el “palu”, había que poner los cuatro ejes y luego ir colocando el resto. Cuando colocábamos tres se nos caían cuatro y al menos uno te pegaba en la cabeza…

Pero  a base de palos en la cabeza, fuimos aprendiendo y buscamos un buen sistema para que no se cayeran y poco a poco los vimos todos en su sitio.

Qué gozada tumbarse en el suelo y contemplar esta maravilla de trabajo, es una vivienda funcional, pero de un pueblo que se quiere y no renuncia a la belleza.

Después de las fatigas de los palos un pequeño descanso para contemplar nuestra obra, ya estábamos un poco orgullosos de lo realizado.

 Terminado el armazón había que vestirla, la primera capa es una tela blanca.

Blanca por fuera, por dentro toma un color de intimidad, que la convierte en vivienda.

Encima lleva una capa de lana bastante gruesa y pesada.

Este es el aislante que hará que el calor de la estufa que la calienta no se pierda.

Luego otra capa impermeable para que no entre el agua.

La cúpula va cubierta con cristales.

Un toldo lo protege todo y lo personaliza, con el estilo del pueblo mongol.

Tres cuerdas tejidas con pelo de caballo ciñen toda la estructura para darle solidez y resistencia al viento.

Ani nos invitó a soñar con ella y hemos soñado de lo lindo. A veces me he sentido Genghis Khan colonizando los Valles Pasiegos, pero sobre todo y en cada instante vuestro amigo.

Esto ha sido mucho más que un fin de semana, una experiencia imborrable.

Si un día subiendo el puerto de Las Estacas veis un montón de piedras con unas telas rojas, parad y darle tres vueltas en el sentido de la agujas del reloj, si tenéis prisa tocar el claxon en señal de respeto.


Gracias Ani por arroparnos en tus sueños.

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