miércoles, 2 de junio de 2021

Collarada

Las hojas del boj estaban llenas de lágrimas, yo prefiero pensar que de la alegría de que haya vuelto a los Pirineos, y no de las fuertes tormentas de ayer.

Todo estaba muy mojado y el agua seguía corriendo por todas partes, como siempre, eterna banda sonora junto a los pájaros por estos valles preciosos.

Pero a mí la mirada se me escapaba hacia las alturas y se me estrellaba con los farallones de La Plana de los Campanils.

Hasta que por fin, a lo lejos, aparece la cima de Collarada. Ya sé a dónde voy, solo me falta subir.

Tan cerca y tan lejos, ya una vez me di la vuelta porque la nieve pudo conmigo.

Para el ibón de Ip todavía me queda un buen trecho, pero poco a poco se va abriendo la caja de los sueños.

Los sarrios huyen despavoridos ante mi presencia.

Las marmotas montan guardia en sus madrigueras, me siento muy vigilado.

Según voy rodeando el ibón voy descubriendo lo que me queda y la cumbre ya empieza a tontear con la niebla.

De frente La Pala de Ip y este piedrón que ya recuerdo que me marcaba el comienzo de la subida hacia el collado de Ip.

A medida que ganas altura se abre el horizonte, por detrás del pico Balsera, aparece la Punta Escarra.

La Punta el Aguila, El Dedo, La punta Bucuesa.


Y mi collado, más cerca, pero aun muy lejos, esta subida es larga y aunque parece tendida es bastante pindia y la nieve demasiado blanda.

Cuando alcanzo el collado, por un momento me parece que estoy en el cielo y vuelo sobre el ibón.

Tengo a mi altura Peña Nebera.

Es el momento que más cerca estuve de llegar a ver Jaca.

A mi izquierda me quedaba todavía mucha subida, pero no podía verla, otra vez hay que confiar en la tecnología.

Tras un buen rato navegando con el GPS llegué a la altura de la nieve y el cielo quiso que pudiera adivinar dónde está el corredor que me llevará a la cumbre. Me puse los crampones y para arriba antes de que se tapase de nuevo.

Ya no me acordé de hacer fotos, sólo respirar y subir, como si me fuera la vida en ello. Subía por el corredor tan acelerado que la cumbre me sorprendió de repente.

No se veía prácticamente nada, pero yo sabía dónde estaba y lo que me había costado subir y se me escapaba la sonrisa.

En Pirineos hay muchas cumbres con una piedra con el nombre y la altura, no me parece mal, todo lo contrario. Incluso no me paren mal los que quitan los buzones y otros símbolos, pero coño, llevaros también ese mamotreto de hormigón, que tampoco pinta nada.

Una ventana milagrosa me dejo ver el ibón desde la cumbre, me dieron ganas de saltar para ahorrarme la bajada, pero hay una piedra que asoma un poco más y me dio cosa.

Otra ventana más pequeña me dejo ver esta chulada, la Punta de los Campanils.

Son muchas las cumbres que he subido desde las que miraba de reojo a Collarada, hoy pensaba repasarlas, pero el tiempo no pensaba lo mismo. Collarada me las ha cambiado por este pequeño jardín.

Como el día estaba un poco loco emprendí pronto el descenso, después del corredor hay un trozo sin nieve, luego el nevero grande, así que crampones paca y palla.

Para subir al collado hay dos corredores, yo subí por la izquierda y como no me gustó mucho bajé por el de la derecha, que tenía acumulada mucha nieve nueva y me gustó menos, pero es lo que tiene escoger…

En la foto desde arriba siempre parece tendido, en esta, justo a la salida, se ve la entrada del corredor de la izquierda y se puede valorar mejor el desnivel.

Luego queda descender el gran cono que termina en el ibón.

Mientras hacía cumbre he oído dos desprendimientos enormes y miraba para todas partes y no veía nada, estaba demasiado cerca para verlo. Justo a la izquierda del corredor por el que subí al collado, bien cerca de mis huellas.

Pueden parecer piedritas, pero son impresionantes.

Si hubieran caído al subir no me habrían dado, no llegaron a mis huella, pero no habría sabido donde meterme si las veo venir hacia mí.

Pasado el ibón enfilo de nuevo el valle hacia Canfranc con la vista puesta en El Mallo Riguelo, Los Mallos Lecherines y el Pico Lecherín, como queriendo no ver los mil metros de desnivel que me restan hasta la furgo.

Estos valles son una pasada, menudo balcón y sin barandillas…

Te resbalas en el rio y te dan un curso gratis de aprender a volar… donde está el de seguridad, jajaja.

Os dejo ese cantárido alimentándose en la flor de un gamón.

El camino es mágico en todos los sentidos para el que quiera disfrutarle, a mí al bajar se me hizo largo, llegué pidiendo la hora, pero no hace falta subir tan alto. Me salieron 20 km. Y 1900 m. de desnivel acumulado.


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