sábado, 17 de julio de 2021

Trilogía en Riaño

Siempre me ha parecido mágico ir a Riaño, dejarte invadir por la tranquilidad de este mar sereno, poder esperar sin prisas la salida del sol para dar por iniciado el encuentro de mi simple naturaleza con la naturaleza bestial de esta tierra.

Sobre el agua se aprecia la capacidad que tiene de generar niebla y aportarle el ambiente místico que tantas veces nos muestra.

Esos mares de nubes a veces intensos que nos permiten soñar que volamos desde sus cumbres y otras, pueriles y efímeras, como leves pinceladas.

El camino que sale desde el puente me lleva hasta la zona de Las Viescas y desde aquí contemplo lo que pretendo subir, los tres son conocidos, de poca altura, la justa para ver de maravilla el entorno, que junto con los tres forma el paraíso.

Me cuelo en el hayedo con el Cueto Cabrón como primer objetivo, es el más incierto de todos, pues no tiene una senda definida. Me aproximo por una pista que fue de unas minas.

Se termina en algo que parecen escombreras, un poco antes de acabarse hay un hito que cuesta ver marcando una senda que más parece un arroyo.

Esta senda sube derecha hacia la collada Bachede. Hacia la mitad se divide en dos, por la de la derecha encuentro al poco otro hito. Es el momento de cruzar el hayedo en dirección a la pared del Cueto, procurando ni perder ni ganar altura.

Ya al pie del Cueto descenderemos un poco hasta bordear este espolón que baja desde bien arriba.

Al otro lado, por el borde de la pared libramos unos árboles y nos encontramos con esta diagonal bastante pindia por la que tenemos que trepar, es más fácil de lo que parece un grado II que apenas nos exige un poco de intrepidez.

El ánimo enseguida se nos viene arriba con la contemplación de los nuevos horizontes.

Desde aquí tengo una buena vista de Peña Sarnosa y el collado de La Pedrera.

Una vez trepado el primer tramo ya todo es mucho más tendido.

En muy poco tiempo alcanzo la brecha que separa este pequeño pico al norte de la cumbre principal y diviso el Yordas.

Desde la brecha subo a la izquierda por un canalizo que me lleva directo hasta la arista.

Cuando la alcanzo aparecen los fiordos del Esla y Anciles y la sensación es sublime.

Detrás el mar de Riaño protegido por la sierra de Hormas y la Montaña Palentina.

Y a mi izquierda la arista que me llevará hasta la cumbre principal que aparece sobre la cima del Gilbo. Estando seco se pasa bien por la parte superior, pero hay opciones por una especie de terraza a la derecha de la arista.

La cumbre del Cueto Cabrón no tiene nada de especial y sin embargo cuando la piso soy feliz, quizás sea por la sensación que da estar en el paraíso y estar tu solo.

Para bajar hay que desandar la arista y buscar el hito que nos marca el canalizo. El Cueto Cabrón es bastante vertical y no te permite trazar una ruta de forma visual.

Una vez que vemos el pico del norte ya está claro nuestro objetivo, alcanzar la brecha. Si se metiera la niebla hay que buscar los hitos, no hay muchos, pero están en los sitios justos.

Desde la brecha varios hitos nos llevaran hasta la diagonal que nos devuelve al hayedo.

Por el hayedo se te pasaran las horas sin sentir, fresquito y rodeado de naturaleza que se te mete hasta los tuétanos.

En estos bosques si te paras a escuchar, las hayas te contaran miles de historias bien guapas. Estas en la subida por la canal Mora me hablaron de La Vieja del Monte.

Así de charleta aparecí en el collado de la Canal Mora, entre Peña Vallarqué y Peña Sarnosa.

Por una senda bien marcada voy bordeando Peña Sarnosa dejando a mis espaldas al Espigüete.

Luego la senda se convierte en trocha para subir al Collado de La Pedrera.

Y a su izquierda empiezo a remontar la bien marcada senda hacia el Gilbo.

No sé cuantas veces he subido, pero sigue siendo una ruta que me atrae irremediablemente.

Desde la subida el Cueto Cabrón con la típica canal por la que subí la primera vez.

Llegada al pequeño collado donde parece que se termina la subida.

Y al otro lado la canal que entre las dos cimas nos lleva al cielo del paraíso.

Es imposible cansarse de contemplar esta vista, es casi como una droga y de vez en cuando hay que volver.

La presa de La Remolina y detrás otro cordal repetido en tantas rutas.

Las Pintas, la collada de Anciles, el Llérenes, las Peñeras, el Pico Castaño… cuantos recuerdos.

El Cueto Cabrón, la cumbre pequeña del Gilbo y Peña Sarnosa.

Para evitar la masificación descendí muy pronto con la mirada puesta en Peña Sarnosa.

No recordaba por donde había subido, pero al ver ese corredor estrecho me sonó conocido.

Es un caminillo pelín aéreo pero con buenos pies y buenas manos.

Luego se sube bien a derecho hasta la arista, pero para bajar a mí el cuerpo me lleva hasta la canal del árbol.

Aquí arriba ya me pude relajar, estaba de nuevo solo y no se esperaba a nadie, como dice mi querido Joaquín “Nadie se asoma al escote de las feas”. Y qué guapo se ve desde aquí el Gilbo.

Desde el Cueto Cabrón vi al alimoche y buen rato estuve con los prismáticos recorriendo sus paredes desde este observatorio de lujo, pero el granuja no se dejó ver. Eso si, me harté de ver cumbres, praderas, bosques como los ve él.

El caminin visto desde arriba parece un poco peor, pero os lo recomiendo, es fácil.

Luego cogí la senda y me metí de nuevo en el Hayedo para sofocar el calor y en busca de la cueva de la Vieja del Monte de la que me habían hablado las hayas más viejas.

Como me habían dicho la Vieja del Monte no estaba en su cueva, se pasa el día por el monte buscando frutos, pero ahí tenía todos sus telares, incluso un buzón donde los niños la dejan cartas.

Ya completado el recorrido me fui acercando de nuevo al puente donde había aparcado para esperar el atardecer.

A primera vista se ve la grandiosidad de este entorno, de una segunda mirada sin prisas se ven las pequeñas maravillas que hacen lo grande inmenso.

Poco a poco se va terminando el día y la calma se apodera de todo, el sol da los últimos brochazos al Espigüete y se meten en el horno los sueños para mañana.


 

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