Otro año más la cita empieza en la cafetería Ademar de
Barruelo de Santullán, es como volver al cole después de las vacaciones, tantos
amigos que saludar, tantas historias que contar, tanto que recordar…
El tiempo estaba un poco alterado y en las alturas que había
nieve, el viento estaba haciendo de las suyas, y se decidió no molestarle y
hacer una ruta por los bosques de la zona.
Barruelo y el bosque son lo mismo, no hay transición, pasas
la última casa y estás en plena naturaleza, como si el pueblo desapareciera, y
de repente ya sólo formas parte del medio natural.
Descendimos a la zona de la mina Peña Cova para coger el
camino de Mata del Fraile.
Disfrutando a tope de la preciosidad de un bosque mojado,
nos dimos un calentón remontando una buena pendiente.
A la altura de la mina Del Calero, el grupo delantero paró a
esperar al resto para reagruparse y continuar juntos la ruta.
El agua ha sido el verdadero protagonista, pero no por que
lloviera, sino porque se desborda por todas partes regalándonos la música que
tanto extrañábamos.
Caminar por estos bosque es mucho más que un regalo, es la
oportunidad de sentirte parte de un entrono mágico en el que se siente el pulso
de la naturaleza.
Por encima de los 1300 metros nos acompaña la nieve, la poca
que resiste al viento sur de estos días.
Entre la lluvia y el deshielo forman miles de arroyos que se
precipitan por todas partes para regalarnos la vista.
Un poco más arriba cruzamos el arroyo de Pamporquero.
Alcanzamos los 1400 metros y el Chozo del Prao del Toro que fue
nuestro punto más alto y nuestro refugio para almorzar protegidos de la lluvia.
Con las tripas de nuevo en paz retomamos la ruta, ya en
camino de bajada.
Sobre los 1250 metros volvimos a cruzar el arroyo de
Pamporquero.
Continuamos descendiendo ya con Brañosera a la vista.
Un poco más abajo cruzamos el río Rubagón.
Y nos desviamos remontando el arroyo de Canal en busca del
Pozo Merino.
Este pozo es un rincón precioso en cualquier época del año,
aunque hay que tener cuidado, entre las ramas se esconden peligros insospechados.
Ha sido un gran día de lluvia para dejarse mojar por un
paisaje entrañable y muy acogedor.
Es fácil que muchos no lo puedan entender y en esta foto
sólo vean ramas, pero yo estuve allí, y veo el milagro de la naturaleza,
escucho al viento, al agua y aún percibo el olor de un bosque empapado.
Hemos disfrutado de la naturaleza en estado puro.
Hemos disfrutado juntos del placer de compartir sensaciones
únicas. Y a pesar de la lluvia hemos sido muy felices.
Luego en La Collada hemos comido como si no hubiera mañana,
bien, muy bien y mucho, casi exagerado, pero rico, muy rico… no os digo lo que
comí porque no os lo vais a creer.
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