Casi todo el viaje de noche y mirando la línea negra que separa los
páramos del cielo a modo de pentagrama
del que me esforzaba por arrancar las notas de tantos otros días de montaña,
mientras en mi coche sonaban las de una guitarra, en mi cabeza se desgranaban
las de tantos recuerdos…
Cuando aparqué en Aviados el sol ya se colaba por sus solitarias
calles.
No vi a nadie, así que sin cambiar de canción, me encaminé a buscar
el paso que bajo la Peña del Castillo abandona el pueblo por esta puerta natural.