Serían las siete y media de la mañana cuando subíamos el puerto de
Piedrasluengas y de reojo desde una curva, ya cerca del pueblo, los vi en el
valle. En cuanto gané un poco más de altura para poderles ver paré y cogí la
máquina de fotos.
Estaban lejos, pero enseguida se dieron cuenta de nuestra presencia
intimidadora y pusieron tierra de por medio. Tenía tantas ganas de verlos un
día que la poca calidad de las fotos con el zoom a tope es lo de menos.
Cuando llegamos a Fuente Dé, una niebla meona prometía un mal día,
después de la fuerte tormenta del martes todos nos aconsejaban no subir, pero
veníamos de Pucela y habíamos visto la niebla desde lejos.