He subido a
Les Oulettes de Gaube a ver a Raquel, pero sólo encontré un banco vacio, ya no
estaba su dorada espalda al sol, ni su cálida mirada clavada en la fría pared
del Vignemale. Hay sueños que no pueden ser, pero volví a disfrutar del fiel
beso de piedra que me roba el corazón.
Dejé la
furgo en Pont d´Espagne, como ha cambiado, el aparcamiento de entonces es hoy
la terraza del hotel, y más abajo hay uno inmenso y de pago. Comencé la ruta
por el tramo de la antigua carretera.