sábado, 29 de enero de 2022

Pico Correcillas o Polvoredo

 En las Hoces de Vegacervera, en el Calero de Felmín, a las 9.30 de la mañana hacía de todo menos bueno. El frío era tan intenso que no daba tiempo a masticarlo, directamente te lo tragabas y dolía el pecho.

Nos pusimos en marcha deprisa, necesitábamos calentar las calderas como fuese, no fuimos ni siquiera conscientes del desnivel que en la canal de los Cuayos teníamos que afrontar.

A media subida ya sentí la necesidad de hacer fotos, el pecho me dolía de respirar deprisa un aire tan frío, gracias a eso me di cuenta que detrás teníamos Valporquero de Torío que es donde están las cuevas de Valporquero.

Cuando alcanzamos el collado sentimos un alivio profundamente gratificante, fue mejor que hacer cumbre, este repecho tiene algo más de 400 m. de desnivel y lo atacamos como si no hubiera mañana.

Desde aquí comenzamos una travesía en la que ganamos 100m. en 3 km. camino de La Campona que es una gran depresión a 1600 m. al pie del pico Correcillas o Polvoredo. El sol y la escasez de nieve la hicieron muy llevadera.

En La Campona hay un arroyo que se dirige en dirección contraria, no viene de la montaña, va hacia ella con total decisión y nosotros, que algo habíamos oído, le seguimos.

Nos lleva a un sumidero por el que entre unas piedras se cuela dentro de la montaña para seguir como arroyo subterráneo.

Un poco más adelante está la cueva del Moruquin que a primera vista es una grieta como tantas que pasaría desapercibida.

Pero una vez superada se abre una cavidad bastante amplia.

Parece mentira con el frío que hemos pasado que todavía apetezca un helado, pero los críos ya se sabe.

Un poco más adentro y perdiendo altura, contactamos con el arroyo, menos mal que lleva muy poco agua, en épocas de deshielo será difícil caminar por aquí.

Una gran sala nos llevó a un corredor muy estrecho por el que hay que pasar de perfil y al final una grieta por la que se puede continuar, pero decidimos que para hacer espeleología hay que venir más preparados.

Nos hicimos una foto con las estalactitas de hielo, que digo yo, que en las cuevas dejaran de ser carámbanos.

Llamarlos como queráis, pero tener cuidado, que por el suelo hay mucho hielo.

Ya de nuevo en la superficie, volvemos a la realidad y la cima está a otros 400 m. de desnivel sobre nosotros en poco más de un kilómetro.

Cruzamos algunos neveros que son hielo puro, pero tan escasos que no usamos los crampones en ningún momento.

No nos podíamos imaginar que una cara norte estuviera limpia de nieve, pero ahí está, totalmente pelada.

Solo en las zonas protegidas del sol y del aire aguanta la nieve.

Se ve gente bien abajo, parece que el ritmo impuesto en la salida ha pasado factura…

La subida fue intensa y cada uno a su ritmo fue alcanzando la cumbre, rumiando en solitario su esfuerzo.

Reunidos en la cumbre disfrutamos de contemplar el horizonte y recordar las aventuras por tantas de las cumbres que divisamos.

Al fondo destaca Peña Ubiña y a la derecha la zona de Pajares.

Y los ocho valientes con el cordal de La Morala de fondo. A dos mil metros no hacía calor, pero se estaba muy a gusto, otro mes de Enero que sale rana.

Descendimos hasta el collado de Santiago para poner la mesa y comer a resguardo de los vientos del norte.

Luego descendimos por la famosa ruta del marqués, al que no vimos, pero del que se nota su presencia tanto en el territorio como en sus gentes.

Llegando a Rodillazo, los nuevos que derrochan juventud y buena forma ya nos intentaban dejar atrás. Nos costó lo nuestro seguirles, pero intentamos dejar el pabellón a su altura.

En Tabanedo la ermita presenta un aspecto desolador, me hizo pensar en la parte de La Salle que queda en nuestro Grupo.


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