Salimos del Golobar muy temprano, emergimos de entre la
niebla como si quisiéramos dejar bajo ella la rutina de cada día, los
quehaceres y las fatigas, para experimentar otra vez más la sensación de
libertad que da mirar atrás y no ver más que nuestra sombra.
La salida es muy fuerte y sin calentar, pero alcanzado el
collado del Sel de la Fuente la mirada se expande hacia un horizonte limpio e
inmenso.