Casi todo el viaje de noche y mirando la línea negra que separa los
páramos del cielo a modo de pentagrama
del que me esforzaba por arrancar las notas de tantos otros días de montaña,
mientras en mi coche sonaban las de una guitarra, en mi cabeza se desgranaban
las de tantos recuerdos…
Cuando aparqué en Aviados el sol ya se colaba por sus solitarias
calles.
No vi a nadie, así que sin cambiar de canción, me encaminé a buscar
el paso que bajo la Peña del Castillo abandona el pueblo por esta puerta natural.
Todo empezaba bien, los prados parecían cielos verdes cuajados de
estrellas amarillas, la sinfonía del otoño sonaba con mucha fuerza y yo sólo,
escuchando este concierto.
Me encanta venir con mucha gente, pero es cuando estoy sólo, cuando escucho
todas las canciones.
Después de disfrutar de este valle, abandono el camino para seguir
por una senda que en leve ascenso me lleva a otro paso natural entre la caliza,
la fuente de Sierras Blancas.
Nada más pasar la puerta el cambio de escenario es brutal, nos
metemos de lleno en un bosque de robles por el que recorremos un sendero con
bastante desnivel.
Mi pobre máquina no lo capto muy bien, pero aquí dentro el otoño
sonaba con mucha fuerza, con la fuerza de la música mágica.
Cuando se termina el bosque aparecen de nuevo las praderas, de nuevo
el desnivel es más suave, y el caminar más cómodo.
Encuentro algunas setas como esta Lepiota.
O este
Agaricus que me pareció un poco extraño y se libró de formar parte de mi cena.
De todas formas para estar casi en noviembre he visto más quitameriendas que
setas.
Y así entretenido llegué al collado que culmina el valle, las vistas
son preciosas, bien pagado está el esfuerzo de llegar hasta aquí.
La bruma a lo lejos y lo bajo que está el sol velan el horizonte,
pero se veía el Espigüete, el Curavacas y de fondo los Picos de Europa.
Aún me queda un poco para mi objetivo, así que sigo subiendo, el
collado a vista de pájaro se muestra majestuoso, al fondo se ve Valdorria.
En poco tiempo corono la antecima, al fondo se ve la cima de Peña
Galicia.
Desde la cumbre hay una buena vista de Aviados custodiada por la
peña del Castillo, se aprecia bien la horcada por la que abandoné el pueblo al
comienzo de la ruta.
También se ve La Vecilla de Curueño, donde alguien madrugó para
quemar rastrojos.
Disfruté un buen rato siguiendo con la mirada el tren que circulaba
por la “vía de la Robla” tan entrañable siempre.
Cada valle, sin dejar de formar parte de la partitura, son
auténticas obras de arte, pequeñas canciones en las que echarse a soñar
arropado por sus notas.
Como era pronto decidí bajar al collado y subir la peña del otro
lado de la que no encuentro el nombre, toda la subida mirando de frente a la Peña
Valdorria y al Portillo del Agua, he tomado nota para otro día…
La cumbre está también marcada por un gran hito, como sus vecinas.
Desde esta cumbre, la Peña Galicia parece ser incluso más grande de lo que
aparenta cuando la subes, es un peñón.
Al otro lado el valle de La Cava, donde nace el arroyo de Correcillas,
por el que se dirige al pueblo del mismo nombre que se divisa al final del
valle, bajo el pico Polvareda que supera los 2000 m.
Descendí por toda la cresta hasta la cueva del Gorbio, por donde
bajé al valle para dirigirme hacia el alto de La Lomba
En el valle seguía el concierto de otoño, en estas praderas el “allegro
de los escaramujos” sonaba fantástico.
Bajo el pico Polvareda, el Valle de Santiago nos muestra este
pequeño, pero encantador, bosque de abedules.
Entre el Escobalón y la Lomba de la Arbea, por una zona que antes fue
minera, el concierto sonaba mejor y con más fuerza, seguramente para tapar el
ruido disonante de alguna vieja escombrera de las minas.
Ya muy cerca de Aviados, este valle tan bonito me da la despedida en
un epílogo magistral.
El collado es frontera del término de Valdepiélagos por el que discurre la ruta con el de Matallana
de Torío.
Y por fin cierro el círculo y llego de nuevo al punto de partida.
Esta foto es un buen recuerdo de nuestros primeros pasos en el mundo
de la escalada, esas paredes fueron el encerado de nuestros primeros garabatos
con las cuerdas, siempre estarán en nuestros recuerdos…
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