Desde el puerto de Piedrasluengas a nuestra izquierda se ve Peña
Brez dominando el valle del río Bullón, que al igual que nuestra mirada se
encamina en busca del Deva en las profundidades del valle de Liébana.
A poco que nos acercamos con el zoom queda reflejada la atracción,
el espectáculo es brutal, se ve el Llambrión y Peña Vieja de los Urrieles y
todo el macizo de Andara.
En el mirador hacía un frío impresionante, aun así nos preparamos
para la ruta disfrutando de esta vista de Peña Abismo, que a pesar de sus 1717
m. ya tenía nieve.
Salimos por la pradera encima del aparcamiento, en busca de un
camino que nos adentra en el bosque.
Enseguida podemos constatar que el otoño que no llegaba, vino de
repente disfrazado de invierno.
El frío y la nieve de esta semana han dejado el hayedo convertido en
una alfombra de hojas. Un regalo para los ojos que saben mirar…
Algunas hayas se resisten a lo inevitable y permanecen aun verdes.
Por el bosque vamos ganando altura y belleza, como en todo lo que es
bueno, como en la vida…
En los claros que se abren en los collados vemos la belleza de los
valles, como este que sube desde Casavegas. La
Pernía en estado puro.
El bosque pone la alfombra roja para nuestro paseo, aunque aquí no
nos sentimos los artistas, nos sentimos solo agradecidos por lo mucho que
recibimos.
En nuestro cuento el bosque tiene el suelo de chocolate y azúcar.
Al salir del bosque nos encontramos con la arista de Peña Brez que
se eleva sobre la majada de Corralejos.
Entre las peñas se asoman los Picos de Europa.
Las vistas hacia el collado del Vistro.
Ya no nos queda nada, solo falta encontrar por dónde.
Nos acercamos para verlo más cerca.
Y más blanco… bordeándola por la izquierda, aparece una canal
herbosa.
Por ella se alcanza la cumbre de forma sencilla.
Cuando hicimos cumbre el tiempo ya estaba empeorando y los Picos se veían
entre bruma, al fondo del valle se adivina Pesaguero.
Dejamos constancia de nuestra cumbre.
El descenso como siempre con cuidado.
Empujados por el viento y la niebla vamos descendiendo.
Disfrutando de cada rincón de estos valles.
De cada compañero de camino.
De cada gota de agua que intercepta un rayo de sol.
De cada ejemplar de haya ancestral.
De cada rama caída.
De cada suelo tapizado.
De cada piedra.
Y así, disfrutando de cada rincón, nos salimos del bosque con la
sensación de haber salido de un cuento.
De entre la borrasca salió la fotógrafa, yo pensé que se quedaba en
el bosque…
Cuando llegamos a los coches ya empezaba a llover, nos habíamos dado
prisa para no mojarnos y libramos por poco.
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