El Susarón tiene una vía normal, pero es una montaña tan elegante,
que se merece ser subida por su arista Este, para disfrutar en plenitud de su
espinazo calizo, aunque esto implique comenzar la subida a matacaballo.
El día empieza complicado, la tarde y la noche anteriores ha llovido
mucho y los primeros pasos en la zona sombría son muy delicados, pero ya quiere
mejorar y el juego de luces nos anima.
Abajo en el valle vamos dejando esta hilera de chopos que se
esfuerzan en mirar a lo más alto, como montañeros arbóreos anclados al
paisaje.
Superado el primer tramo empezamos a disfrutar de nuestra hilera
humana camino de lo más alto.
Aunque el Susarón es grande y queda mucho por subir…
Sus laderas nos hacen disfrutar de rincones preciosos donde el
otoño, ya bien maduro, nos muestra sus colores más serios.
El principio de la arista tiene algunas zonas muy verticales y como
estaba demasiado mojado, progresamos a la derecha por terreno más cómodo.
Pero superado este tramo nos acercamos a la arista deseosos de asomarnos
al otro lado, sabemos que nos estamos perdiendo la mitad.
Y al igual que los buitres queremos volar sobre los bosques de
Valdelayosa y seguir el arroyo de Barbadillo hasta el embalse del Porma.
Y disfrutar del tacto de la piedra mientras remontamos cada bloque,
que a modo de vértebras, van conformando la arista.
Son muchas las veces que parece
que estás arriba, pero otro tramo por subir parece que se despliega a nuestro
paso, alargando el placer…
El día mejoró mucho y la piedra estaba seca, esto nos permite
disfrutar de la subida y de las vistas a ambos lados de la arista.
Por la ventana de esta canal nos asomamos sobre un bosque dorado a
los prados de esmeralda que se bañan en un embalse de plata.
A medida que ganamos altura, lo ascendido cobra más entidad y el
contraste de la imponente arista de caliza sobre el verde del valle le dan un
aire señorial.
Y por fin la cima, la hilera convertida en piña, lo que parecía
desperdigado se junta y entorno a nuestro logo, volvemos a ser uno.
Las vistas desde la cumbre son muy buenas, es una cumbre solitaria
que te brinda la oportunidad de ver un horizonte de 360º
El descenso lo hacemos por la vía normal, una arista con tramos
pindios, pero amplia y más cómoda para caminar.
Abajo nos recibe El Pradico con su fuente para refrescarnos y este
bosque de hayas casi sin hojas por su orientación al Norte.
Lo cruzamos casi en silencio, para que no se rompa la magia, para
disfrutar de cada sensación.
Intentando descubrirlo todo, para que todo nos empape, para llenarnos de gotas de placer…
La vista del Susaron por esta vertiente es dulce, tranquila, engaña
un poco y esconde la gran belleza de su cumbre.
Por este valle a sus pies, por el que vemos el Mampodre, se puede
descender en dirección hacia la Tejera, cerca ya de Puebla de Lillo.
Nosotros decidimos dar un rodeo para disfrutar de esta zona tan
bonita, el bosque nos lo agradeció con detalles como este, “ternura de la madre
naturaleza”
El paseo mereció bien la pena, un buen camino para disfrutar del
paisaje, el hayedo en el valle estaba precioso, daba pena que se terminara.
A cada paso algún rincón nos llama la atención, nos reclama un clic.
Al salir del bosque un camino en ligera bajada nos conduce hasta
Puebla de Lillo.
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