La situación que hemos pasado nos ha hecho cambiar bastante y si para juntar a un grupo de amigos hay que hacer senderismo, que viva el senderismo. Hoy hemos conseguido juntar a un buen grupo y eso es lo importante.
El primer tramo de nuestra ruta es una pista que nos aproxima a la Cabaña de Hijedo por un pinar que a pesar de ser de repoblación es ya todo un bosque, del que se está extrayendo madera.
El camino que no es largo, después de tanto tiempo sin contarnos batallas, se nos hizo bien corto.
Cambiamos los pinos por robles, con un fondo de acebos y algún haya infiltrada para darle color.
Y en medio de un paisaje maravilloso aparece la cabaña, que no es muy humilde como aparenta su nombre, más bien es un palacio, con su ermita y todo un complejo de cuadras, almacenes y viviendas.
Desde aquí nos metemos de lleno en el bosque, y como la ruta es muy cómoda el ambiente fue en todo el camino distendido y no se vivieron los silencios que se producen cuando la senda es de montaña y bien pindia.
El Monte Hijedo nos recibió con una alfombra de hojas que hizo las delicias de los niños que llevamos dentro.
Algún tropezón dimos por dejar que nuestra vista se perdiera por la paleta de colores de las copas de los árboles.
En la parte alta predominan las hayas que a estas alturas del otoño forman la mayor gama cromática.
A medida que perdemos altura van apareciendo cada vez más robles.
Y los árboles van ganando en altura.
A la orilla de los arroyos, aparecen ejemplares de tejo realmente interesantes.
Es en esta zona donde la diversidad del bosque es realmente impresionante, a los robles, hayas, acebos y tejos, se suman avellanos, tilos, abedules, servales…
Monte Hijedo es un regalo de la naturaleza, es capaz de borrar los caminos para que lo podamos disfrutar como si fuera sólo para nosotros.
Me encantó mucho contemplar como un grupo se para delante de un árbol para hacer comentarios sobre su posible antigüedad y su importancia dentro del ecosistema.
Este ejemplar de roble es uno de aquellos que formaban la selva que decían antiguamente que era temerario atravesar por estar habitada por bestias terribles.
Bordeando el arroyo pasamos por rincones de ensueño, imprescindibles para inventar cuentos.
Detrás de un haya esperaba el lobo feroz a ver si el último se separaba de la fila para saciar su apetito.
A cada paso algún ejemplar llamaba nuestra atención y se convertía en objetivo de nuestros objetivos.
Este bosque está acogido al proyecto LIFE BACCATA para la conservación y recuperación del hábitat prioritario del tejo de la red Natura 2000 de la Cordillera Cantábrica. Por eso hay muchos ejemplares protegidos por vallados para evitar el ramoneo de los ungulados.
Me encanta este momento en los bosques en que aún tienen hojas, pero puedes ver a la vez sus troncos retorcidos por las inclemencias de los inviernos.
La diversidad convertida en majestuosidad.
En tiempos de lluvias o deshielos, estos pequeños arroyos forman cascadas que aumentan la banda sonora del bosque.
Atravesamos zonas en las que el acebo había colonizado todo el sotobosque.
La perfecta anarquía de formas y colores nos tuvo todo el día cautivados.
Menos mal que los nuevos se pusieron en cabeza del grupo y fueron tirando de nosotros, sino aun estamos allí flipando con los colores.
Igual que el rey de los tejos se aferra a la piedra y sigue creciendo a pesar de las dificultades, nuestros veteranos, siguen ahí derrochando alegría y ganas de seguir haciendo lo que más nos gusta. Gracias por venir y por vuestra demostración de vitalidad.
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