Salimos del aparcamiento del Nogal del Barranco y al ser laderas sur
el cantueso es nuestro compañero en la primera parte del camino en la que
intercambiamos miradas al fondo del valle y al suelo.
Cuando el valle se estrecha y se pone pindio, hay una senda que por
el lado contrario sube haciendo zetas hasta el refugio Victory, por el lado que
vamos está la senda de La Apretura, mucho más corta, pero que bien justifica su
nombre.
Una vez pasado el apretón nos encontramos metidos de lleno entre los
Galayos, la que aparece en primer plano creo que es la Punta María Luisa en la
que progresan varias cordadas, detrás aparece El Torreón y por el aire volando
ya nuestros sueños.
El ansia de subir nos hizo pasarnos de largo la canal del Galayo,
mira que está claro, la que sale enfrente del refugio, pero cogimos la
siguiente, la que sube entre el Gran Galayo y el falso Galayo.
Pero como buenos trepas, el caso era subir y mira que este Galayo a mí
me parecía pequeño, pero para arriba sin mirar.
En la cumbre miro el gps y estamos a 2160 m. esto no puede ser, miro
para atrás y veo a un gigante a nuestra espalda, estábamos en la torre de
Pachi, como no íbamos a subir, mejor no hacer enfadar al de Bilbao.
Descendimos del Pachi y fuimos rodeando el Gran Galayo en dirección
a la canal Reseca.
Siguiendo hitos la de Trocha Palomo nos dirigimos a este collado.
Pero como casi siempre los hitos están en un sitio y nosotros en
otro, no solemos coincidir mucho, pero tampoco nos separamos demasiado.
Hasta el cabritillo que está con su madre se daba cuenta y de vez en
cuando nos daba un chillido para decirnos que no era por ahí.
Pero lo alcanzamos y desde el ya vemos el collado de Los Galayos.
Nos acercamos a jugar un rato con El Torreón, tapando la salida a
los que suben escalando.
Es genial la vista de El Torreón desde el collado y contemplar a los
valientes que suben por sus paredes verticales.
Nosotros nos conformamos con el Gran Galayo, así que manos a la
obra.
Es una subida sencilla, que tiene buenos agarres y una piedra
fenomenal en la que es difícil resbalar estando seca.
El último tramo es un poco más vertical, pero es corto y con agarres
de sobra para no tener que andar pensando.
La cumbre es la satisfacción.
Doble por compartirla con Dani.
Felices con La Mira de fondo, en la que estuve hace poco con el
Grupo. Habíamos pensado subir, pero por aquí hay faena de sobra…
Desde aquí los Galayos parecen pequeños, pero si te pones a
recorrerlos, se convierten en gigantes.
Descendimos y le echamos la mirada al siguiente, la Punta Don
Servando, no sabíamos por dónde, pero nos hizo gracia la aleta de tiburón que
se ve al fondo y decidimos intentar la arista por allí.
Por el camino nos encontramos con muchas lagartijas, pero esta quiso
posar para nosotros, es una lagartija serrana (Lacerta montícola)
La cosa se nos iba enredando y la única salida era este paso subterráneo.
Me acerco a investigar y es nuestro camino, vamos Dani que ya
estamos arriba.
Desde la cumbre podemos constatar que el Gran Galayo sigue siendo más
grande.
El Torreón ya está casi enfrente nuestro, le vamos dando la vuelta
por encima de los dientes de este serrucho.
Tirando de zoom, vemos como la cumbre ya está habitada, ya hay
valientes en el nido de la gloria.
Todo nos parecía poco y ya que estábamos cerca nos subimos a la
Punta Descocida, que en ese mismo momento dejó de serlo. El resto parece que
están cerca pero entre ellas, hay abismos.
Para el descenso se nos antojó el Espaldar de los Galayos, por el
fondo va el sendero de la Trocha Palomo que hubiera sido lo lógico.
Pero nosotros queríamos ver de cerca los picos y disfrutar de sus
cortados.
Así pudimos ver al jefe indio y a sus pies a Homer Simpson.
Dani a Homer no le ve, pero el indio le tiene cautivado, seguro que
está pensando por donde subir. Ya me veo arriba.
Las formaciones caprichosas del Espaldar son una maravilla, como un
museo de la naturaleza para los que quieran mirar, para los que quieran soñar…
Pero todo tiene su precio y disfrutar de cerca de estos parajes nos
obliga a atravesar estas llambrias.
Que en algunos tramos nos hicieron pensar un rato el por dónde. Si
está mojado lo mejor es ni arrimarse.
Poco a poco lo fuimos pasando y algún que otro tramo de piornos, y
matas de brezo blanco que nos soltaban bombas de polen, pero siempre a gusto y
con la mirada puesta en el Collado del Yelmo, que era nuestra salida.
Desde aquí el cantueso (lavandula stoechas) volvió a ser nuestro compañero.
Y en el valle, los cerezos.
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