sábado, 20 de junio de 2015

La Morra de Lechugales

Sotres a las siete de la mañana amanecía como una postal, como siempre, pero cantaba el gallo, a lo lejos se escuchaban los cencerros de las vacas, trinaban infinidad de pájaros y había un mar de flores que en olorosas olas rompía ante mí.
Esta vez la vieja postal no era un sueño, estábamos aquí.

Después de desayunar bien, como siempre en estas tierras, cogimos los coches para subir al Jito de Escarandi, donde comenzamos nuestra ruta.

Con la fresca de la mañana cogimos la pista que lleva al Casetón de Andara, sin prisa, tenemos por delante uno de los días más largos del año.


La pista se anda bien, pero tiene buenos desniveles y enseguida vamos dejando abajo los valles en los que la niebla sigue tranquila.

En una hora de camino estábamos en el refugio del Casetón de Andara, charlamos un rato con el guarda, que nos explicó muy bien los neveros que encontraríamos y las rimayas que se iban formando.

Después de un descansillo, nos metemos otro apretón para salir del jou en el que se encuentra el refugio y alcanzar la collada de La Aldea.

Dejamos a nuestra izquierda la senda de la collada de Tresmancondiú y nos dirigimos hacia las minas de La Providencia.

En las vegas de Andara se conservan las ruinas de algunos barracones de estas explotaciones mineras.

Después pasamos bajo el Castillo del Grajal, sin hacer ruido, para no molestar a los vecinos de la zona.

 Le rodeamos dejándole a nuestra izquierda y de nuevo la ruta se pone cuesta arriba.

Caminamos hacia el Grajal de Abajo, ya superados los dos mil metros, la nieve empieza a cubrir parte del recorrido.

Cuando alcanzamos el collado del Mojón nos encontramos con una inmensa pantalla en la que proyectaban un documental sobre “La Montaña Palentina” sus tres cumbres más altas alineadas para nosotros en el horizonte perfecto.

Almorzamos viendo el documental y los primeros neveros que nos podían complicar la ruta, decidimos hacer cumbre en el Grajal de Abajo para evitarlos, la nieve está dura, pero no todo lo segura que aconseja la prudencia. 

Bajamos del Grajal de Abajo y otro calentón en busca del Grajal de Arriba, esta vez ya con la esperanza de poder ver nuestro objetivo.

En la pantalla gigante seguía la proyección, pudimos ver al Curavacas galopando a rienda suelta sobre la Silla del Caballo de Andara, me paré a pensar cuál de los dos alcanzaría mayor placer, pero no supe responder…

Entretenidos con la peli, llegamos al Hoyo del Evangelista, en el que trazamos mentalmente la ruta que nos aconsejó el Guarda, cruzar a media altura por la piedra y luego un canalizo a la derecha. Perfecto.

Por qué se llama el Hoyo del Evangelista, no lo sabemos; pero buscando le hemos encontrado, para mi es San Lucas petrificado. Mi madre siempre me decía “el que ama el peligro, perece en el” y yo la contestaba San Lucas 36. Hoy sé que es Eclesiastés 3, 27, pero da igual, San Lucas 36.

Total que poco a poco nos atravesamos el Hoyo y remontamos el canalizo para plantarnos en los Picos del Herru.

Impresionantes los Puertos de Aliva entre el Pico Cortés y Peña Vieja.

Y por fin, la Morra de Lechugales al alcance de la mano.

Con el macizo central de fondo la fuimos rodeando, sin prisas, disfrutando de cada paso, de cada piedra, de la cara de cada compañero.

En fila nos fuimos resquilando a su cabeza, en una trepadilla corta y fácil.

Y nos colocamos orgullosos para la foto de cumbre con un Pedro feliz de pisarla después de tres años soñándola, sólo los sueños que se abandonan se quedan sin conseguir.

Yo dejo este, La Silla del Caballo Cimera. Seguro que otro día me trae por aquí.

En el descenso algunos destrepamos lo subido, cuesta un poco más que subir, pero se encuentra  bien donde pisar y otros lo rapelaron para agilizar la bajada.

La volvimos a dar la vuelta para regresar a los Picos del Herru.

Descendimos de nuevo al Hoyo del Evangelista.

Y como no teníamos prisa nos subimos a comer a la Pica `l Herru.

Maravilloso mirador para retratar a La Morra con la Silla del Caballo Cimera.

A La Morra con el Pico Cortés.

Al Macizo Central sobre el Valle del Duje.

Tirando de zoom, a la playa de San Vicente de La Barquera, para los que querían ir el domingo a la playita…

Y a nuestro Grupo feliz y reivindicativo, vaya finde más wuapo…

Después de la siesta, descendimos de la Pica para volver a retomar el camino de subida antes del Grajal de Arriba.

Ya en la collada de La Aldea, nos acercamos a visitar esta curiosa laguna roja.

Y a repostar agua en la mina, que maravilla, después de todo el día al sol poder beber agua fresca, casi tan buena como el gintonic de por la noche…

Ya de vuelta hacia el Jito, el paisaje del atardecer se vuelve más cálido y acogedor, más entrañable.

Los caballos aprovechan para pacer ahora que el sol ya no aprieta tanto.

Las brañas se quedan en su perfecta armonía cuando nos marchamos.

Desde el albergue nos atiborramos de las últimas luces del día sobre Pandébano.

Y disfrutamos repasando al ruta reconfortados por unas cervecitas bien frescas y la tranquilidad de no tener prisa.

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