Las tierras del Bierzo nos pillan un poco a trasmano, y casi
siempre las he visto con niebla o bajo la lluvia, hoy apostamos por pasar calor
a cambio de disfrutar de un día despejado. Colinas está desierto, los pueblo en
verano son más de trasnochar…
Comenzamos remontando el río Boeza por un valle poblado de
avellanos, alisos, fresnos, robles… un auténtico regalo para los sentidos.
Al poco el río de divide y remontamos el Susano, el del
Campo lo dejamos para la vuelta. Al fondo ya se divisa la cima del Catoute.
A tres kilómetros de Colinas abandonamos el valle en las
praderas de Susano y cogemos la senda hacia la cumbre.
Veníamos disfrutando de las maravillas del valle, de su
sombra, de cada pequeño detalle, ahora la altura nos permite disfrutar del
valle como un todo inseparable.
Se gana altura muy deprisa y la vegetación se va adaptando a
los terrenos, del bosque al piornal y al brezo, hoy hace calor, pero el
invierno es duro y largo.
En poco tiempo, pero con buen esfuerzo alcanzamos el alto de
Los Gallones, ya casi a dos mil metros se aprecian las heridas del invierno.
Desde aquí ya sólo nos queda remontar la arista hasta la
cumbre, que en este caso no se esconde y verla nos anima.
Disfrutamos en la cima, aunque el Bierzo no quiso regalarnos
un día despejado, la bruma estuvo presente siempre.
El descenso lo hicimos por la arista Noreste, un terreno
algo más comprometido, pero sin dificultades técnicas, me parece interesante
para invierno.
En alguna zona el terreno es inestable y lo mejor es estar
bien adaptado, pero todos no somos iguales.
Fuimos recorriendo la arista hasta el Pico de la Cernella
por una zona bien bonita.
Pasamos sobre las lagunas de La Rebeza hacia el Alto de
Fuentesfrias.
Todo el recorrido por la arista nos permitió disfrutar de la
magia del Bierzo, con siluetas suaves a pesar de su altura.
No pudimos resistir montar el comedor en la laguna,
llevamos un buen rato caminando y aunque alguno no lo sabía nos quedaba mucho,
había que remojar los pies.
La cresta por la que hemos bajado se mira en el espejo del
agua.
Nosotros le damos la espalda al Pico de la Cencella y a las
lagunas y remontamos al collado de la Rebeza de Fasgar.
Punto de no retorno, a la derecha el valle de Susano que nos
vuelve a Colinas, a la izquierda la bajada al Campo de Martín Moro Toledano y
volver a Colinas rodeando todo el cordal que se ve al fondo.
Como hacía calor escogimos el más largo, bajamos hacia El
Campo para conocer su chozo.
En medio del Campo de Martín Moro Toledano, se encuentra la
ermita de Santiago, por lo que algunos le llaman el Campo de Santiago.
Al enfilar el valle de bajada descubrimos que estamos en
otro camino de Santiago, en la divisoria entre las comarcas del Bierzo y La
Omaña. Ya lo dijo Benedetti, “el olvido está lleno de memoria”
El calor apretaba bien y la sequía también aquí es bestial,
pero el agua nos acompañó ya todo el recorrido.
El valle se fue encajonando y a veces nos aportaba la sombra
necesaria para sobrevivir.
El milagro de las muchas fuentes a lo largo del camino nos
reconfortó del esfuerzo.
Ha sido una ruta larga, bonita, pero larga. Al otro lado del
arco que pasamos por la mañana ya hay vida, el bar está abierto, tienen cerveza
rica, fresca y barata.
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