Dormí en el puerto de Piedrasluengas y cuando me desperté vi
que estaba encendido el crisol de Peñalabra, aquí se funden los metales con los
que se forjan los montañeros de estas tierras.
De aquí parte el fuego que enciende cada mañana los valles y
las montañas para satisfacer nuestros sueños…
Al poco rato los Picos de Europa estaban ardiendo.
Según desciendo hacia Liébana, en el valle aparece el Pico
de Diego, tantas veces confundido con el Naranjo de Bulnes. Yo había quedado
con él y sobre todo, con mis amigos de La Escalerilla para subirlo.
Aparcamos en Caloca y
salimos del pueblo por la ermita de Nuestra
Señora de la Asunción con el Bistruey de telón de fondo.
Como buenos montañeros
atravesamos algunos prados y una zona de bosque para darle emoción a la ruta,
hay una pista, pero dónde vas a comparar…
A llovido poco, pero el
campo está empezando a otoñar y tiene unos colores preciosos.
Campo a través llegamos
hasta el collado de Andilejas.
Desde aquí y dejando el espolón rocoso a nuestra derecha remontamos una canal pindia y larga.
Por la que subimos vigilados
siempre por la peña de Camponuera hasta la collada del mismo nombre. "Un sitio
bien bueno para comer el bocata".
Por encima de nosotros los
caballos y el horizonte forman un conjunto inseparable, una postal típica de
Liébana.
Repuestas las fuerzas, le
dimos la espalda al sol y nos pusimos en marcha.
Perdiendo algo de altura nos
aproximamos al Pico de Diego que ya aparece a nuestra izquierda.
En la base muchos dejaron
las mochilas y los bastones para subir más tranquilos.
Y nos pusimos manos a la
obra, el principio es muy sencillo.
El entorno no tiene
desperdicio, está rodeado de valles mágicos y tranquilos en los que perderse a
buscar sueños.
Más arriba hay terreno para
escoger, se puede subir por zonas sin mayores complicaciones o a derecho
trepando sin que esto sea tampoco difícil.
Poco a poco cada uno va
subiendo por donde le apetece, el caso es subir.
Detrás tenemos el valle por
el que vinimos desde la collada, la Peña Camponuera y detrás aparece la Peña
del Cigal.
Ahí Luisfer probando
sensaciones en la arista, como en Gama, pero sin cuerda.
Y las chicas de La
Escalerilla, para quitarse la boina, unas treparriscos de primera.
Cuando pensamos que habíamos
hecho cumbre, vemos a Carmelo en la acera de enfrente, así que nos toco seguir
para abajo y para arriba.
Este pico no tiene mucha
altura, 1611 m. pero está bien protegido, hacia el Norte tiene este espinazo de
caliza.
Hacia el Oeste tiene esta
arista que habrá que traer un día la cuerda e intentarlo, es impresionante.
Poco a poco y con paso firme
fuimos desandando la parte más alta.
Sin parar de disfrutar de
los múltiples rincones de estos valles que nos tienen abducidos.
Una vez abajo, regresamos por el
mismo camino a Caloca, bueno, a la vuelta cogimos la pista, pero por que
habíamos quedado a comer en La Venta Pepín.
Caloca es un pueblo pequeño, pero me llamó la atención esta casona, luego hablamos del casoplón de Iglesias. Esta pone en el escudo que la construyó el cura del pueblo. La verdad es que no nos da envidia, nosotros en La Venta Pepín comimos mejor que el obispo.
Muy bien contado, Goyo, pero mejor vivido. Y lo de la Venta, mejor que el Papa mismo...
ResponderEliminarUn abrazo, majo.