Apenas salimos del pueblo, con las sutiles luces del amanecer, dibujamos sobre el Espigüete el recorrido que queríamos hacer.
Para ir calentando nos dimos un plácido paseo por la pista que nos aproxima al comienzo de la ruta normal por la pedrera, hacía fresco y eso era bueno y las luces del amanecer nos animaban.
Remontamos un buen trecho de la ruta normal, justo hasta la altura del Gran Espolón Sur que pasamos por debajo.
Ya por su derecha nos fuimos buscando la vida para remontar altura.
En algún tramo echamos las manos, pero en general se remonta bien.
Superado el primer escollo nos pusimos los crampones, ya todo iba a ser nieve y el terreno no permite descuidos.
Esta ladera que en la foto parece suave, da para rodar un rato…
Después de un buen calentón en las piernas, llegamos a la entrada del corredor “Velilla y punto” que parece llano en la foto.
Dani no veía necesario asegurarlo, pero yo y mi forma física de pandemia lo veíamos imprescindible.
El primer largo se lo hizo del tirón, paró cuando le dije que se acababa la cuerda.
Como cambian las cosas, hoy ha cuidado de mí y lo ha hecho bien.
Lo cierto es que no hay que privarse de subir, pero sobre todo hay que llegar al destino.
El corredor son cien metros a unos cincuenta grados.
Si vas como Dani que tiene dinamita en las piernas se hace en un pis,pas.
Dos seguros y arriba.
Este es el bolo que marca la canal, es inconfundible.
Y ya está arriba.
Yo tardé un poco más, pero alcancé la arista con la tranquilidad de saber que él está.
En lo que recogía la cuerda aproveche para ir un rato el primero.
Estaba yo tan feliz. Abriendo huella como si estuviera conquistando el Annapurna.
Pero me duró poco, al rato me paso como un rayo.
Para esperarme un poco más arriba, la verdad es que no había ya prisa y el Espigüete estaba para retratarlo.
Justo debajo tenemos el refugio en su parcelita.
Pero hay que seguir remontando la arista.
Una mirada para atrás en la que se aprecia el corredor por el que hemos subido.
Y alcanzamos la cima Este, desde aquí ya hay huella hasta la cumbre principal, pero queda un trecho.
Pero que trecho, es realmente impresionante. Dan ganas de no pasarlo para verlo siempre.
Con la cima Este de fondo, fuimos disfrutando cada vericueto.
Ya sobre la Pedrera, el último empujón hasta la cumbre.
Y el placer inenarrable de volver a estar con Dani en la cumbre, esta vez no junto a la cruz, sino encima.
A pesar del buen día que hacía, el viento del Norte no permitía demasiadas alegrías en la cumbre, así que agarramos pedrera abajo para comer al solito y sin crampones.
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