“Valdorria no es
un pueblo; es una aparición. Tras la larga subida desde Nocedo, la visión de
este pueblo perdido entre montañas puede llegarle a parecer al que lo ve por
vez primera un sueño o un espejismo o una ilusión. Las casas de Valdorria
cuelgan sobre el vacío de un vertiginoso y complicado laberinto mediante el
cual consiguen finalmente no caerse rodando hasta el barranco“.
(“El río del olvido“. Julio Llamazares)
(“El río del olvido“. Julio Llamazares)
Además de ese Valdorria del
ayuntamiento de Valdepiélago, está Peña Valdorria, que pertenece al mundo de las
alturas, un mundo mucho más universal, profundamente telúrico, pero mucho más
cerca de lo celeste.
Comenzamos nuestra ruta
saliendo del pueblo en dirección Oeste, remontando el valle del arroyo
Valdecesar, por un buen camino para ir calentando.
Al llegar a una explotación
ganadera se acaba el camino y seguimos campo a través hasta alcanzar el
evidente collado de Bucioso, donde habremos alcanzado los 1750 m.
Nada más alcanzar la arista, nuestra ruta empieza a ser espectacular. El magistral pintor de la naturaleza nos regala esta obra “sueños difuminados”.
A un lado de la arista esta
formidable dolina, sumidero de las aguas, que van tallando las galerías subterráneas,
la maravilla que no vemos.
Al otro el valle del arroyo Valdecesar
que baja tranquilo, para precipitarse desde Valdorria por el “Bosque de las
Hadas” y terminar en la cascada de Nocedo, poco antes de morir en el Curueño.
De frente el lomo de la Peña
Valdorria, que no teniendo mucha altura, resulta muy gratificante de recorrer.
Es un recorrido fácil, con
unas pocas subidas y bajadas para darle un poco de interés.
Algunos destrepes fáciles y
entretenidos.
Alguna trepadilla más fácil
aún.
El último descenso para alcanzar
el Portillo del Agua.
Y afrontamos la subida final.
Por un corredor evidente y
por el que se sube sin ninguna dificultad.
Desde la cumbre no se ve el
pueblo, pero si esta formación rocosa en la que se ve la ermita de San Froilán,
para el que sabe dónde está…
El profesor aprovecha para
repasar en este gigantesco encerado la clase de geografía.
El grupo feliz de compartir
un nuevo curso estos momentos.
Después de comer descendimos
un poco para ver el pueblo y sacar esta vista aérea.
Vimos una canal que bajaba en
dirección a la canal del Agua y decidimos embarcarnos en ella, bajad, bajad…
Y como son bien mandados,
bajaron.
En esta collada, deberíamos haber
seguido de frente y pasar a la canal del Agua, para bajar más tranquilos.
Pero nos vinimos arriba y
bajamos a derecho.
Se baja sin demasiadas
complicaciones, aunque no nos libramos del cachondeo.
¡Pero quien ha preparado esta
ruta¡ así que todos apretando…
En cuanto salimos a las praderas
se empezaron a oír las risas de nuevo, todos se sentían aliviados por la
estabilidad del nuevo terreno que pisaban.
En breve se alcanza de nuevo
el camino, por el que enseguida divisamos la iglesia que nos despidió a la
salida.
Como no estábamos cansados decidimos
subir a la ermita de San Froilán.
Para llegar dicen que hay que
subir un peldaño por cada día del año.
Es un buen sitio para
observar la belleza de este pueblo.
Cuenta la tradición que la
construyo Froilán con la ayuda de un lobo y por indicación de una paloma, por
eso en el escudo hay unos lobos.
Lo cierto es que aprovecharon
bien el terreno…
Esta víbora, que no estaba en
la comisión de obras, también salió a nuestro encuentro.
Como el bar, pero este si
estaba en el plan, si no aparece se le busca…
La verdad es que el día era
precioso y todo nos sabía a poco, si no paramos a ver la cascada nos da algo,
nadie se quería marchar a casa.
Bien vale la pena la parada,
la foto no hace justicia, es mucho más bonita y mucho más alta de lo que se ve.
El Valdecesar se precipita a
su acabar, como nuestro primer día de este curso, pero habrá muchos más…
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