domingo, 30 de agosto de 2015

Homenaje en Curavacas

Hay días de montaña especiales, desde hacía varios días ya estaba en el ambiente que algo iba a pasar y la luna no quería retirarse, había amanecido pero ella seguía mirando al Curavacas, como nosotros…

A las ocho de la mañana trece montañeros se ponían en camino, el Hoyo Muerto nos estaba esperando y la fila ya mostraba lo que sería la tónica de todo el día. “Juntos”. 

Mientras subíamos la pedrera nos acompañaron rayos y truenos, estaba claro que nadie se quería perder lo que pasaba en la montaña, al llegar al collado del Hospital también se hizo presente la lluvia.


La montaña es todo lo que la rodea, lo bueno y lo malo, lo pequeño y lo grande, lo duro y lo maravilloso y hoy parecía que todo quería ser y hacerse presente.
Bajo un chaparrón que iba en aumento nos dirigimos con decisión firme al lugar donde estuvieron colocadas la placa y la cruz.

 Y sin más nos pusimos manos a la obra, primero a descubrir lo más posible lo que quedaba de la cruz.

Mientras un equipo trabaja, el resto se refugia de la lluvia, era tontería mojarse todos a la vez. 

Después a cortarla lo más abajo posible para dejar el mínimo en la montaña. 

En vista de que no escampaba, decidimos colocar la placa bajo la lluvia. 

Las lágrimas del cielo, testigo de todas nuestras aventuras y desventuras, fueron las primeras en acariciar este pequeño homenaje. 

Después bajamos al fondo del hoyo, donde estaba la cruz desde hace unos años. Para poderla sacar la troceamos en seis cachos, menos mal que había llovido y estaba más blandita… 

En lo que la cortábamos dejo de llover, trasladamos los trozos hasta el lugar de origen y aprovechamos para buscar algún otro trozo de la placa de mármol, aparecieron cinco trozos pequeños, uno con letras, ya faltan menos… 

Luego preparamos las mochilas con el material y los trozos de la cruz para comenzar a remontar el Hoyo Muerto hasta el Collado del Hospital. 

La colaboración de todos ha sido admirable todo el día, una experiencia maravillosa, no hace falta hacer cumbre, la cumbre somos nosotros si queremos. 

En el Collado paramos a almorzar para recuperar las fuerzas y fue un lujo tener a Tente dando explicaciones, el Curavacas es como su casa. 

La pedrera la bajamos más deprisa que otros días, y la entrada en Vidrieros fue un momento mágico, entre procesión de semana santa y día de fiesta mayor, orgullosos del trabajo realizado. 

Los trozos de la cruz fueron entregados en Triollo a un Concejal para su restauración y posible ubicación junto con la reconstrucción de la placa en el municipio.
Tente nos había encandilado en este sueño y ya casi se ha hecho realidad, para mí siempre quedará la experiencia de haber colaborado con este Grupo de Montañeros que me ha demostrado que lo grande de las montaña es mucho más que subirlas, es amarlas… 

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