Hay días que parecen destinados a esperar a
la orilla de la chimenea que pase la marea, pero hay gente que prefiere
disfrutar de la marea desde dentro y no perderse nada de lo que pasa. Llovía y
las previsiones eran de que nevaría, quizás por eso nos presentamos allí.
Todo empezó con la celebración de 112 años cumplidos,
(a medias, no os penséis) con esa tarta de manzana que nos hizo Super Rocío que
estaba buenísima, energía necesaria para la empresa que nos proponíamos.
Partimos desde Acebedo por el camino que
recorre el GR1 remontando el arroyo Erendia en dirección a Lois.
A estas alturas el otoño ya se ha rendido y
en los árboles solo quedan los frutos, las hojas vagan por el suelo a la merced
del viento.
El camino, siempre bueno, nos lleva al hayedo
de Monte Cea, un bosque precioso.
Entre la niebla, este punto se vuelve
misterioso, es la puerta que da paso del otoño al invierno, justo la que
queríamos atravesar.
Al otro lado nos encontramos con el prado
Escobio, una braña a 1400m. de altitud en la que hay un refugio muy bien
acondicionado para almorzar y estas construcciones megalíticas, los "crómlechs".
Junto al reguero Los Hoyos remontamos este
estrecho vallejo.
Nos vamos metiendo entre las montañas, a
pesar de casi no verlas por la niebla.
Una vez remontado entramos en las praderas
del Majadal de los Hoyos, dejando a nuestra izquierda el pico de los Canalizos.
Aquí decidimos acortar la ruta y en vez de
coger el valle de Las Arenas, nos encaminamos directos al collado de Murias.
Pasamos junto al Corral de los Diablos,
pero apenas le vimos, las condiciones eran pésimas y hacía ya mucho viento.
Llegando al collado de Murias el infierno
se fue haciendo presente, donde vamos a buscar al diablo sino.
La arista del Corral estaba complicada,
entre la nieve y las fuertes rachas de viento avanzar era una aventura.
Entre la niebla nos aparece la cumbre, ya
nos queda poco. Nos sentimos aliviados.
En la cumbre no hubo tiempo ni ganas de
sacar la bandera, estábamos en el Corral de los Diablos, el mismísimo infierno,
costaba mantenerse en pie.
Empezamos a descender en la esperanza de protegernos
del viento, pero a medida que nos aproximábamos al collado de Vioba nos enfiló
el viento de cara y aprendimos quien mandaba allí.
Creo que es el descenso más rápido que hemos
hecho, hasta la laguna del Toro no volví a sacar la máquina de fotos, dolía la
cara como si se nos fuera a romper.
Por un momento pensamos que el sol nos
regalaría una vista del Corral de los Diablos digna del esfuerzo que habíamos hecho
para alcanzar su cumbre, pero no debía tocar.
Las grandes montañas no se dejaron ver,
pero los pequeños rincones compensaron las ganas de disfrutar de la belleza que
la nieve nos regala.
Comimos de nuevo en el refugio de prado
Escobio, luego la nieve nos acompañó hasta Acebedo regalándonos un paseo por el
hayedo que compensó todas las fatigas.
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