Por la carretera que va desde Reinosa a
Cabezón de la Sal, pasamos el puerto de Palombera y cerca de Saja cogimos esta
pista que nos mete de lleno en el hayedo que venimos disfrutando en la bajada
del puerto.
El otoño es tiempo de dejarse llevar por
los caminos que recorren los bosques de la cornisa cantábrica, para impregnarse
de sus encantos.
En el fondo del valle acompañan a las hayas
infinidad de avellanos, cuando empezamos a subir se van quedando solas como las
auténticas dueñas del bosque.
El camino no tiene perdida, una pista ancha
y sin cruces nos conduce en constante ascenso.
El paisaje es sobrecogedor, infinidad de
hayas se elevan buscando la luz necesaria para vivir. Una lucha limpia y
honesta las empuja a lo más alto.
No sé si por la cuesta, o por estar más en
silencio, pero el grupo se fue fraccionando en otros más pequeños y el
discurrir por el bosque se fue convirtiendo en algo casi mágico.
A medida que ganamos altura, el suelo está más
tapizado de hojas, se nota que el frio es mayor y casi se han caído todas.
También van apareciendo cada vez más
acebos, la cercanía de las cumbres posibilitan la entrada del sol y hay más
claros en los que pueden crecer.
Hay miles de rincones a los que apuntar con
el objetivo, miles de razones por las que parar, mejor no tener prisa, hoy es
un día para los sentidos y hay que disfrutarlo.
Los acebos están preciosos con sus frutos
rojos, la despensa preparada para las primeras nieves que ya están llamando a
la puerta.
Llegando a la braña de Bucierca el paisaje
se despeja y las praderas empiezan a ser las protagonistas.
Ahora vemos el hayedo a vista de pájaro,
salpicado de infinidad de acebos y por encima las praderas.
Donde se termina la pista, habitaba un
rebaño de limusinas a las que pillamos en la hora de la siesta.
Y el dueño de la yeguada.
Puede que por la mañana haga un poco de
fresco, pero que maravilla vivir aquí arriba. Es el collado de Bralalengua a 1100 m.
El otoño está raro, como el verano, hace
tan poco frío, que después de las últimas lluvias, las plantas están
floreciendo de nuevo.
Desde aquí remontamos la ladera a nuestra
derecha para subir al alto de la Jazona de 1147 m. para tener la mejor vista de
la zona.
Al fondo se ven los montes de Somo,
frontera de Cantabria con las Merindades burgalesas. Hacia el norte, se podían ver
algunas poblaciones de la costa y la mar.
Una foto de grupo en el punto más elevado
de la ruta y hoy punto final, pues no llegaremos a Tudanca, la vuelta sería
demasiado larga.
Desde nuestra atalaya divisamos el collado
de Carracedo, divisoria entre el Saja y el Nansa, y adivinamos el camino hasta
Tudanca…
Descendimos un poco para comer en este
viejo chozo, hoy colonizado por un sauce que se ha hecho dueño de la escritura
de propiedad.
Para la vuelta decidimos darle un puntito
de aventura y nos marcamos una recta por medio del bosque, fue todo cuesta
abajo, menos las subidas…
Pero hubo quien lo pasó bien.
Pero que muy bien.
Alguna se dio hasta un baño de hojas secas,
si es que están para comérselas. Las hojas...
Lo de comerse las hojas era broma…
Que gozada, volver a ser como críos.
Y sin padres que te riñan.
El paseo por el bosque fue el mejor lujo de
toda la marcha. Alguien comentó que en las reservas no se puede uno salir de
los caminos, pero si los cazadores pueden, también podrán las personas…
Como no disfrutar de este parque de
atracciones, “Bosque Aventura”
Alguien estaba muy cariñoso y las quería
abrazar a todas…
Pero cógelas con delicadeza. Ya no hay
hombres como los de antes…
Ya de vuelta paramos a ver esta cascada en
el río Saja. Un entorno más que recomendable, lo tendría que recetar el médico.
Esta vez Goyo te ha quedado un poco largo, en fin con que te quite la censura un par de fotos de las chicas en la hoja .....es que te has pasado 4 iguales.....
ResponderEliminarEsta vez Goyo te ha quedado un poco largo, en fin con que te quite la censura un par de fotos de las chicas en la hoja .....es que te has pasado 4 iguales.....
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