Recuperamos al arquitecto perdido durante dos
largos años entre sus papeles y la naturaleza le recibe con este monumento
natural, arquitectura en equilibrio para comenzar la ruta del retorno.
El valle de Guspiada nos recibe con una helada de
campeonato, -6º que son el preludio de un buen día de montaña, nada que no se
arregle con ropa y paso ligero.
A medida que avanzamos por el valle vamos descubriendo
la magia de un valle que de camino a San Glorio pasa desapercibido, pero que
bien merece esta incursión.
En la parte alta, entre las nubes, nos esperan los
altos del Burro y un cielo azul.
A cuatro kilómetros de la salida encontramos este
refugio y calor suficiente para posar todos juntos.
Un poco más arriba el valle se ensancha en la
majada de Las Sanas y el paisaje se vuelve espectacular, bajo la niebla, la
roca, entre la escarcha y el verde los caballos…
Lo bucólico de las postales, hoy en directo para
nosotros, un regalo para la vista, un recuerdo a la cumbre de París.
Almorzamos disfrutando de los caballos y de estas
vistas.
Y de nuevo en camino, que apenas hemos ganado
altura y nos queda un trecho.
En este valle confluyen varios arroyos que forman
el de Guspiada, nosotros remontamos el de Nuesra Señora que se precipita desde
su cima por una cascada.
Enseguida le abandonamos para remontar otra ladera
bastante pindia junto a otro arroyuelo por la que llegaremos a la majada del
Burro.
Este pequeño remanso se encuentra ya a 1727 m. hoy
tenía entre la niebla y el frío un aspecto poco acogedor, pero en primavera
tiene que ser inpactante llegar a esta pradera.
En ella nace este arroyuelo de cristal líquido, la
fuente soñada los días de calor y de la que hoy todos pasamos de largo.
Como hacía mucho frío no paramos, a por otro
repecho por el que alcanzamos el cordal de los altos del Burro y nos asomamos
al valle de Misón.
Aun nos quedaba otro pequeño repecho para alcanzar
el Hito de la Requejada.
Desde aquí nos asomamos al embalse de Riaño, con
una vista maravillosa del pueblo y del Gilbo y el Cueto Cabrón que entre la
bruma y las nubes se miran en el agua.
Y por primera vez vemos la cima del Pico Pandial o
alto Redondo, que más pinta tiene de lo segundo que de lo primero.
A medida que vamos ganando altura hacia su cumbre,
va apareciendo sobre el cordal que va hacia el pico Mura el Espigüete.
Tirando de zoom vemos la majestuosidad de su cara
Oeste y la silueta de su arista.
El macizo de los Urrieles.
El macizo del Cornión.
Peña Ten, el Maciédome y el Tiatordos.
Las cumbres del Mampodre.
Peñas Pintas, el Llérenes, el Yordas.
Desde Riaño hasta el Mampodre, todo el valle del
Esla.
La foto de la cumbre, 2009 m. y aparentemente
humilde, pero un mirador excepcional de todas las montañas que más queremos.
Mientras comimos se fue acercando la tarde y de no
ser porque los coches estaban muy lejos, nos hubiéramos esperado a que se fuera
cocinando el atardecer, esto prometía explotar en cualquier momento.
Comenzamos el descenso con la vista a lo lejos del
pico Mura y el Espigüete ya envuelto entre las nubes.
En la majada del Burro no se había quitado la
helada.
La baliza de señalización de nieve, está como yo,
esperando a que la nieve la tape.
Nos acercamos a ver de cerca la cascada de Nuestra
Señora, que bien se merece la visita.
Y ya por los valles nos fuimos despidiendo de
nuestros compañeros de aventura.
Como dice la canción cada uno es cada cual, vuelve
el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el Sr. cura a sus misas…
Nosotros a la ciudad y ellos a sus praderas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario