jueves, 24 de diciembre de 2015

Castro Valnera

Dificultad y gran lentitud para comprender las cosas, es lo que conocemos como estupidez, es lo que me encontré en las laderas del alto de la Inmunia cuando subía por Lunada. Lo que prometía ser un día de sensaciones y recuerdos, empezó con esta frustración.

Entre la Cubada Grande y la Cubada Pequeña la niebla difuminaba el paisaje como si quisiera borrar lo que ya era inevitable, la placidez del paisaje apenas consigue amortiguar en parte el dolor del fuego sobre esta tierra tan querida.



Aparque mi coche en el Bernacho y mientras me ponía las botas escuche a los corzos intercambiando berridos de una ladera a la otra, no sé si eran ajenos al problema o fruto del mismo, pero nunca les había oído tan alto.

Luego me interne en el hayedo, los corzos se callaron, y me dejé embriagar por las sensaciones.

La primera fue conocer al bisabuelo del hayedo del Bernacho.

Al salir del bosque ya se divisa el collado de La Canal, parece que quiere despejarse.

En el collado sopla un viento muy fuerte y la niebla es más persistente, me priva de un paisaje que me encanta.

Pegado a la derecha sigue la senda que va ganando altura en busca de la canal que nos permite subir.

Una vez superada, el viento desplaza las nubes , y por un instante me deja ver el alto de Peña Negra.

Luego paso sobre la sima de La Grajera, un pozo vertical de 185 m. en cuyo fondo hay un nevero (hielo fósil) de más de 20 m.

Según voy ganando altura se empieza a ver el Picón del Fraile, que se encuentra colonizado por el EVA 12.

Desde las llambrias que me acercan a la cumbre distingo ya la Cima Blanca y el cordal hacia la cumbre si subimos desde Lunada.

Y la quilla del Castro Valnera esperando a los navegantes que quieran surcar estos cielos.

Tirando de zoom ya veo a los cántabros que se me han adelantado.

Lo importante no es llegar el primero, aunque me hubiera gustado…

Lo grande es estar aquí el día de Nochebuena y compartir esta costumbre con otros montañeros, cántabros, vascos o castellanos, eso sí que da igual.

Ver el arroyo Lelsa surcando el valle al encuentro del Pandillo, que luego con otros arroyos formaran el Pas.

Posar en esta cumbre humilde, a pesar de ser la que más veces he subido, sigue siendo mágico.

Desde aquí, sobre la “Cantabria infinita” se ve el mar.

Y los Picos de Europa que tantos recuerdos y tan bonitos guardan de este año.

Y entre la niebla, el recuerdo de todos los que habéis compartido cumbres conmigo, y de Ti, (espíritu de la Nochebuena) que siempre te alegraste de que se cumplieran mis sueños.

Entre las nubes se asomó Peña Lusa, la otra cumbre mítica de Espinosa.

Atrapé la estrella de la buena nueva y enfilé para abajo.

Seguía haciendo mucho viento, bajé muy deprisa para refugiarme en el bosque.

Aquí el tiempo se pasa sin darte cuenta, te entretienes con cada árbol, con cada piedra, como agradeciéndoles la vida que te permite contemplarlos…

Esta alfombra dorada compensa de sobra la falta de nieve.

Cuando sales del hayedo, el oasis del Bernacho es, como estar soñando.

A pesar de que el abandono y la mala gestión de la Junta del patrimonio cultural, provoquen estas heridas.

Cuando comencé a bajar, me tocó enfrentarme de nuevo a la estupidez, al paisaje masacrado…

Al gasto absurdo de recursos que provocan estas quemas incontroladas.

Al desprecio de las vidas humanas que se arriesgan lanzando el helicóptero contra las laderas para evitar este desastre.

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