No había salido el sol, el Argualas y el Garmo Negro seguían
entre sueños, pero yo no quería perderme nada, el sábado tenía que ser intenso.
Quería ser testigo de cómo los primeros rayos de sol rozaban
con ternura los picos para instaurar el nuevo día, nuestro día, mientras la
cascada del Argualas se precipita hasta Panticosa.
Luego desayunamos en el refugio y nos pusimos en marcha camino
de Los Infiernos.
Remontando el barranco del río Caldarés ascendimos 600 m. de
desnivel, a veces por terreno muy pendiente.
Otras por las cómodas praderas en las que habitan las
marmotas.
Pero siempre por paisajes realmente impresionantes, Pirineos
en estado puro.
En una hondonada a 1900 m. nos encontramos con los restos de
los muchos aludes a aquí se producen.
Luego tuvimos que remontar los paredones por los que se
precipita el agua de Bachimaña.
Que arriba se remansa para que se miren en ella las montañas
Bordeando los ibones por la margen derecha seguimos ganando
altura.
Para alcanzar la zona en la que la nieve se resiste a dejarse ganar por el verano.
A 2380 m. nos encontramos el ibón Azul Inferior con los
Picos del Infierno de fondo, ya sabemos a dónde vamos.
El ibón Azul pelea por ganar su color al blanco, pero sigue
ganando el hielo.
A 2400 m. alcanzamos el ibón Azul superior, más blanco que
su hermano, con el pico de Las Marmoleras y a su izquierda el Cuello del
Infierno.
Desde aquí ya todo es un nevero enorme que en continua
subida nos llevara hasta el cuello.
Desde el Cuello del Infierno, a 2720 m. el ibón de Tebarray
está precioso, sin nieve parece un cráter lunar.
Mirando para atrás destaca sobre el camino recorrido, la
mole del macizo del Vignemale.
Comenzamos a remontar la arista en dirección al Garmo
Blanco, conscientes ya de que se había producido un accidente en el tramo que
nos faltaba.
La mirada de José Luis clavada a la izquierda del pico
Tebarray en el Midi d'Ossau que como casi siempre se esconde entre las nubes.
A su derecha el Balaitus, que hace dos años se nos resistió
por una tormenta.
Por esta arista se remonta altura deprisa, llegamos a
alcanzar la cota de 2900 m. cuando aparecieron los ángeles del Greim.
Con la atenta mirada del Garmo Blanco, tres Greim saltaron desde el helicóptero
sin posarse en el suelo.
Atendieron al herido y lo trasladaron a un lugar más seguro.
Mientras se produce el rescate, nuestro grupo tuvo también sus
aventuras y el constante ruido del helicóptero fue creando un ambiente tenso.
En la montaña yo decido sobre mi vida en muchas ocasiones y asumo riesgos, pero
nunca lo haría con la vida de otro.
Posando un patín en el suelo, cargaron al herido y el
material y se fueron. Con el aplauso más sincero de nuestros corazones
montañeros.
Yo decidí bajar con otra persona, y nunca me arrepentiré,
aunque mi decisión significara el fracaso de toda la expedición, nos faltaban
96 m. para alcanzar el Garmo Blanco y 173 m. para Los Infiernos. ¿Se podía? Sí, pero nadie quiso asumir la responsabilidad.
Volvimos a refugiarnos en la tranquilidad de los Ibones
Azules.
Y aunque no hicimos cumbre, sacamos la bandera y nos hicimos
la foto de grupo como si no hubiera pasado nada, o porque no había pasado nada.
Luego fuimos descendiendo poco a poco.
Dedicamos tiempo a leer los sueños escritos por el tiempo en
las piedras.
A descubrir las huellas del glaciar de los Infiernos, de
cuando ocupaba todo el valle.
Disfrutamos del agua, que en Bachimaña es como el espíritu.
En ella se miran también los neveros.
De ella bebe una flora maravillosa, que forma este jardín de
las delicias.
Luego se precipita en infinidad de cascadas en busca de los
valles.
Para resurgir en las fuentes de sus pueblos, y seguir así
procreando nueva vida.
En esta tierra aragonesa.
Que se aprieta al calor de su cultura.
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