sábado, 25 de junio de 2016

Camino de los Infiernos

No había salido el sol, el Argualas y el Garmo Negro seguían entre sueños, pero yo no quería perderme nada, el sábado tenía que ser intenso.

Quería ser testigo de cómo los primeros rayos de sol rozaban con ternura los picos para instaurar el nuevo día, nuestro día, mientras la cascada del Argualas se precipita hasta Panticosa.


Luego desayunamos en el refugio y nos pusimos en marcha camino de Los Infiernos.

Remontando el barranco del río Caldarés ascendimos 600 m. de desnivel, a veces por terreno muy pendiente.

Otras por las cómodas praderas en las que habitan las marmotas.

Pero siempre por paisajes realmente impresionantes, Pirineos en estado puro.

En una hondonada a 1900 m. nos encontramos con los restos de los muchos aludes a aquí se producen.

Luego tuvimos que remontar los paredones por los que se precipita el agua de Bachimaña.

Que arriba se remansa para que se miren en ella las montañas

Bordeando los ibones por la margen derecha seguimos ganando altura.

 Para alcanzar la zona en la que la nieve se resiste a dejarse ganar por el verano.

A 2380 m. nos encontramos el ibón Azul Inferior con los Picos del Infierno de fondo, ya sabemos a dónde vamos.

El ibón Azul pelea por ganar su color al blanco, pero sigue ganando el hielo.

A 2400 m. alcanzamos el ibón Azul superior, más blanco que su hermano, con el pico de Las Marmoleras y a su izquierda el Cuello del Infierno.

Desde aquí ya todo es un nevero enorme que en continua subida nos llevara hasta el cuello.

Desde el Cuello del Infierno, a 2720 m. el ibón de Tebarray está precioso, sin nieve parece un cráter lunar.

Mirando para atrás destaca sobre el camino recorrido, la mole del macizo del Vignemale.

Comenzamos a remontar la arista en dirección al Garmo Blanco, conscientes ya de que se había producido un accidente en el tramo que nos faltaba.

La mirada de José Luis clavada a la izquierda del pico Tebarray en el Midi d'Ossau que como casi siempre se esconde entre las nubes.

A su derecha el Balaitus, que hace dos años se nos resistió por una tormenta.

Por esta arista se remonta altura deprisa, llegamos a alcanzar la cota de 2900 m. cuando aparecieron los ángeles del Greim.

Con la atenta mirada del Garmo Blanco, tres Greim saltaron desde el helicóptero sin posarse en el suelo.


Atendieron al herido y lo trasladaron a un lugar más seguro.

Mientras se produce el rescate, nuestro grupo tuvo también sus aventuras y el constante ruido del helicóptero fue creando un ambiente tenso. En la montaña yo decido sobre mi vida en muchas ocasiones y asumo riesgos, pero nunca lo haría con la vida de otro.

Posando un patín en el suelo, cargaron al herido y el material y se fueron. Con el aplauso más sincero de nuestros corazones montañeros.

Yo decidí bajar con otra persona, y nunca me arrepentiré, aunque mi decisión significara el fracaso de toda la expedición, nos faltaban 96 m. para alcanzar el Garmo Blanco y 173 m. para Los Infiernos. ¿Se podía?  Sí, pero nadie quiso asumir la responsabilidad.

Volvimos a refugiarnos en la tranquilidad de los Ibones Azules.

Y aunque no hicimos cumbre, sacamos la bandera y nos hicimos la foto de grupo como si no hubiera pasado nada, o porque no había pasado nada.

Luego fuimos descendiendo poco a poco.

Dedicamos tiempo a leer los sueños escritos por el tiempo en las piedras.


A descubrir las huellas del glaciar de los Infiernos, de cuando ocupaba todo el valle.

Disfrutamos del agua, que en Bachimaña es como el espíritu.

En ella se miran también los neveros.

De ella bebe una flora maravillosa, que forma este jardín de las delicias.


Luego se precipita en infinidad de cascadas en busca de los valles.


Para resurgir en las fuentes de sus pueblos, y seguir así procreando nueva vida.

En esta tierra aragonesa.

Que se aprieta al calor de su cultura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario