Con los primeros rayos de sol abandonamos el refugio de
Linza, estamos a 1350 m. poca altura para un refugio, pero llegar con el coche
a la puerta nos permite venir un fin de semana.
En cuanto ganamos un poco de altura aparece en el horizonte
el Petretxema y descubrimos porque hemos
venido, desde el refugio no se les ve, sólo se les presiente…
Llegando al collado de Linza, tenemos de telón de fondo la
Peña Ezcaurre y los interminables hayedos de estos valles.
Sin alcanzar aún los dos mil metros, caminamos por praderas
de montaña que nos permiten recuperar el ritmo para lo que nos queda.
Toda esta zona parece fuera de lugar, una pradera inmensa en
la que la suavidad es lo común y rodeada de cumbres calizas desafiando al cielo.
Detrás el pico Txamantxoia.
Y de frente el Ukerdi, el Budogia, La Mesa, La Tabla y el
Mouscaté.
Nos tocó perder un poco más de altura para descender a la
Hoya de la Solana en la que contactamos con los primeros neveros.
Desde aquí ya se termina el paseo y empezamos la montaña de
verdad.
La nieve empieza a ser frecuente, pero en muy buenas
condiciones para caminar.
El desnivel también empieza a ser constante y exigente.
A nuestra derecha vamos dejando el Petretxema y la aguja de
Ansabére.
Caminando debajo de Budogia los neveros son casi constantes.
La Mesa y la Tabla ya están a tiro de piedra, solo falta
subir…
Los cortados del Petretxema no dejan de reclamar nuestras
miradas.
Y en la inmensidad de Pirineos, La Collarada y el Pico Aspe
reclaman mi presencia.
Y al Midi d´Ossau le presento yo mis respetos.
Disfrutando de las vistas nos metemos en el último nevero.
Y en la arista que nos aúpe a la Mesa de los reyes.
Ya hemos alcanzado esa altura que nos hace sentir pájaros
sobre las nubes.
Hoy el camino más lógico es trepar en vertical.
Aunque algunos prefieren pegarse con la rimaya del nevero
que corta la senda normal.
De las dos formas tienes que llegar hasta aquí…
Luego se continúa por una chimenea más cómoda de subir.
Que se va estrechando hasta dejar el paso justo para salir.
Cuando alcanzas la arista cimera, la mirada se estrella de
golpe con el Pico Anie que evoca los recuerdos.
El castillo de la cumbre, ya de por si demasiado ostentoso,
está colonizado de trapos. Pequeños trozos del egoísmo de las personas que ven
lo de todos como si fuese de ellos.
Nadie me puede impedir sentir lo que yo quiera, pero no hay
que forzar a sentir nada a los demás, cada uno traemos lo nuestro…
En la cumbre posamos con el Anie y le marcamos como otro
objetivo para el Grupo.
Desde la cumbre el pic de La Table y abajo en el valle el
Lac de Lhurs, ya en territorio francés.
La niebla como los sueños, dulcifica todo lo que toca. Te
deja ver y te tapa, te roba y te regala, pero sobre todo te recuerda que en la
vida hay que estar siempre atento, porque no sabes cuándo te tapará o te dejará
ver aquello que deseas.
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