Comencé la ruta en el alto de Urkiola, por una buena pista flanqueada
por abedules, luego por un bosque de abetos espectacular. La niebla no dejaba
ver muy lejos, pero el bosque ya merecía la pena.
Luego se llega al collado de Asuntza tapizado por praderas y envuelto
en la magia de la niebla que le da un ambientazo impresionante.
La niebla decidió ser buena y me dejó ver la cumbre del
Amboto mientras continuaba subiendo muy cómodo por la pista.
A la altura de Pegozolai, hay que abandonar la pista y dirigirse
hacia el hayedo para empezar a subir de verdad.
Después del hayedo empieza la pelea con las pedreras,
mientras en el valle la niebla sigue haciendo de las suyas.
Alcanzo la arista en el collado de Agindui.
Desde aquí a la cumbre ya sólo me separan cien metros, aunque
son los más intensos.
La arista hace de freno a la niebla que en la cara norte es
muy abundante.
La cumbre está preciosa convertida en balcón para asomarse a
las nubes.
En el Amboto hay que captar toda la energía de los aizcolaris.
Las nubes en el cielo habían montado un cañón, me supongo
que para disparar sueños… Se respiraba mucha paz.
El primer tramo de descenso hay que afrontarlo con
tranquilidad.
Luego es cuestión de trotar con gracia entre los bloques de
caliza.
Y atravesar de nuevo la frescura del hayedo.
Para disfrutar un merecido descanso y gandulear un rato con
las vacas.
Disfrutando de la brisa y del colorido de las dedaleras.
Luego comencé el descenso con el regustillo de que me había
sabido a poco.
En el collado de Asuntza vi un indicador que ponía ermita de
Santa Barbara y se me fueron los pies.
Aparecí en el collado de Larrano y la verdad es que no vi la
ermita, luego me dijeron que está, pero yo sólo vi una arista que me llamaba.
Como buen Atlético me dije, “punta a punta” y la primera fue
la Punta de Larrano.
La vista desde aquí hacia el Amboto es bucólica, con las
majadas, los caballos pastando, los sueños cumplidos…
Y la arista se muestra más provocadora.
La única compañía que conseguí fue la de alguna lagartija.
No es complicada, aunque tiene algún paso que hay que tomar
precauciones.
En general se camina muy cómodo por toda ella.
Alguna trepadina que no supera el grado II.
Y alcanzo el alto de Gaintza que ya me ofrece una buena
vista de lo recorrido.
Se empezaban a formar nubes de tormenta, pero yo sigo a por
la próxima.
La punta de Zorrotza, marcada por una tetera, la verdad es
que eran las cinco, pero no me gusta el té.
El tiempo se estaba empezando a complicar por momentos.
Ya sólo me quedaba subir el Alluitz que no presentaba
grandes dificultades, pero empezaba a tronar.
Por detrás la niebla había bajado mucho.
Así que con mucha pena decidí salir de la arista lo antes
posible.
Los buitres también decidieron replegarse.
A Larrano llegamos a
la vez la niebla y yo.
Aún no había parado a comer y decidí seguir bajando.
Por el camino me toco apartarme, los caballos también
decidieron bajar, los truenos no les deben de gustar mucho.
Dormí en Urkiola porque me había dejado una espinita en la
arista, pero amaneció lloviendo y con niebla. Por Durango parecía que el sol
empujaba, pero no tenía tanto tiempo como me haría falta para hacerlo en buenas
condiciones, así que el Alluitz queda para otro día. Mejor, así tengo que
volver…
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