De vuelta a las andadas, comenzamos el curso y el otoño ha
tomado posesión de estos valles, salimos de Liegos entre la niebla por un
bosque que nos regala la vista y el olfato con sensaciones que bien compensan
que los días sean cada vez más cortos.
Las nieblas de comienzos del otoño, son casi siempre más
ventaja que estorbo, hoy nos ha resaltado el perfecto trabajo de las arañas
para que no nos pasase desapercibido.
Y mirando a ras de suelo se aprecia como aprovecha el agua
que ha caído para cambiar el decorado floral por el nuevo plagado de setas.
Ya por encima de la niebla vamos disfrutando de esta cuenca
en la que nace el arroyo de Ricacabiellos.
Según vamos subiendo a la Peña de Tejedo el mar de nubes que
cubre el valle del Esla se va ensanchando y nos permite soñar que estamos
nosotros solos en todo el valle.
Descendimos de la peña y nos ponemos poco a poco con el
desnivel que nos separa de la Peña de la Cruz.
Es una subida progresiva, cada paso es más pindio que el
anterior.
En el valle se está corriendo el telón y de nuevo aparece la
civilización.
Desde la arista y sobre el collado de La Hoz, aparece el
valle de San Pelayo y de fondo el Yordas y peña Cabeza.
Los que están más en forma, ya alcanzaron la cruz.
Y con paciencia la alcanzamos todos, este no es el punto más
alto de la ruta, pero es el que la da nombre.
Dejamos atrás la cruz y continuamos por el cordal.
En este punto dudamos un rato, pero si, era para arriba.
Pasado ese calentón, la arista se vuelve más dócil.
Aun nos quedaba alguna trepadilla, pero con menos tensión.
Para tener a la vista la verdadera cumbre de la Peña de la
Cruz.
También nos obligó a echar las manos en algún tramo.
Desde la cima contemplamos a un buen rebaño de cabras.
El descenso lo hicimos por la vertiente Sur en dirección a
la collada de La Peña.
Luego de nuevo a remontar hacia Peña Prieta.
Desde aquí descendimos por una canal bastante pindia hasta
el collado de La Hoz.
En la Peña de las Canales, paramos a comer, y a contemplar
la arista de la Peña de la Cruz.
Después volvimos al collado para descender por el bosque que
recorre el arroyo de La Hoz.
Aunque la hayas no muestran aún los síntomas del otoño, el suelo del bosque es una maravilla.
Poco antes de llegar a Liegos, nos acogen las mullidas praderas,
y por unos minutos rompemos la tranquilidad de las vacas que sesteaban al calor
de la tarde.
Estupendo reportaje Goyo, como siempre... muy buena ruta, muy buen tiempo y mejor compañía.. con ganas de volver a la montaña
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