El Hitu de Escarandi o majadas del Hoyo del Tejo es un buen
sitio para dormir, rodeado de vacas y caballos, paso de las nieblas al
atardecer y de los sueños de Andara.
Paseando entre sus majadas me vi en aquellos ya lejanos años
buscando fresas silvestres en Las Peñas.
Cuando el sol empezaba a acariciar las cumbres me puse en
camino hacia el Casetón de Andara.
Según ganaba altura, a mis espaldas el sol hacía brillar las
aguas del Cantábrico para ir poniendo en marcha el nuevo día.
En una hora como reza el cartel informativo llegaba al
Casetón de Andara, todavía a la sombra.
Kike volvía de pasear con el perro, yo tenía mucha prisa
para parar, desde lejos nos saludamos con la mirada.
Por encima los rebecos vigilaban mis movimientos con la
amenaza de siempre, como subas nos vamos.
De frente la torre del homenaje del Castillo del Grajal me
marca el camino.
En cuatro zancadas, bueno no las conté, igual fueron algunas
más, estaba subido en ella contemplando La Pica de Mancondiú que tenía pensada
para la vuelta.
Abajo entre los Llagus ya casi secos, las ruinas de las
construcciones de las minas de La Providencia.
Detrás el Castillo del Grajal y el Pico del Grajal de Abajo.
A su izquierda el collado del Mojón, de fondo la Silla de
Caballo Cimera, las cumbres que forman el Hoyo del Evangelista y la Pica `l
Herru.
Hacia la izquierda se abre el inmenso valle de Liébana. Al
fondo la Montaña Palentina con el Curavacas, Peñaprieta, Espigüete…
Yo bordeo por esta parte la Rasa de la Inagotable por unas
pedreras bastante cómodas de caminar.
Hasta que me encuentro un canalizo corto que me sube al
collado de La Rasa.
Otro precioso mirador del valle de Liébana.
Al otro lado la Pica de Mancondiú y el valle por el que
pienso regresar.
Desde el collado subí a La Junciana y la arista es el mejor
camino, a veces dudas, pero siempre vuelves a ella para no perder mucho
desnivel. De fondo La Rasa de la Inagotable.
Desde la cumbre el Pico de San Carlos y el Samelar.
Como se puede intuir hay un sendero que sube a derecho, pero
no hay que perderse el placer de subir por la arista.
Para empaparse de las vistas preciosas del valle, con toda
la subida hacia Piedrasluengas y el Cornón de Peña Sagra.
Cuanto más te arrimas al borde, más bonito será el paisaje.
Este gorrión alpino piensa lo mismo que yo.
Detrás dejo toda la bajada de La Junciana.
Por la arista hay algunas torcas impresionantes.
Y cortados que invitan a los más intrépidos.
Este hacia atrás con el Curavacas y Peñaprieta.
Y canales preciosas, pero muy duras de subir.
Y la cumbre impresionante.
Ahora ya se ve porque también la llaman del Sagrado Corazón,
aunque alguno ya se está empeñando en que sea sólo Pico de San Carlos…
El descenso es muy suave, como la subida al Samelar, pero ya
que estas cerca hay que subir.
Las vistas compensan el esfuerzo extra, en el mar se están
formando nubes.
En el horizonte se aprecian dos uves, la pequeña es la Tina
Mayor, desembocadura del río Deva, la mayor es la Tina Menor, desembocadura del
río Nansa, en medio el alto de Pechón y bajo la nube se ve perfectamente la
playa de San Vicente de la Barquera.
Detrás dejo todo lo recorrido, que han sido 20 kilómetros y
1400 metros de desnivel acumulado, la Pica de Mancondiú queda en espera.
Tras una buena charla con Kike tomando una cerveza y
hablando de futuras rutas en el Casetón de Andara, voy bajando hacia el Jitu
con el horizonte del Cantábrico de fondo.
En los valles las gentes de siempre continúan construyendo
estos paisajes maravillosos que aunque a muchos les parezcan gratis, cuestan mucho
esfuerzo.
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