Las previsiones eran de nieve a primera hora, luego cesaban las
precipitaciones y se incrementaba la velocidad del viento. Lo mejor era estar
bien preparado y el cuerpo es tan importante como el espíritu.
Cuando comenzamos la ruta ya había escampado y tenía mejor aspecto
del que esperábamos.
Al poco de abandonar la civilización aparece el amigo menos deseado,
la niebla se pone a nuestro lado y hacemos juntos todo el camino.
No la vamos a permitir que nos arruine el día, el bosque esta
precioso…
Y con ella, los pinos que se esfuerzan por alcanzar su trozo de luz
en el bosque, cobran un aspecto mágico y maravilloso.
Algunos tramos de nuestra ruta coincidieron con una carretera que no sabemos a dónde va…
En la que a medida que subimos vemos que si ha nevado al amanecer.
En el primer contacto que tenemos con el arroyo de La Chorranca, ya
casi a 1700 m. las maquinas dijeron basta en abrir la carretera. Me queda la
duda de porque se abre esta carretera que solo lleva al monte…
Nosotros seguimos por el camino que más nos gusta, el monte.
Está de postal de navidad, un regalo para los sentidos.
Por estos paisajes tan bucólicos llegamos al chozo, un refugio bien
acondicionado, que se agradece en estos días tan desapacibles. El sitio ideal
para almorzar.
Después de almorzar partimos el grupo, de los once, sólo cinco
decidimos intentar hacer cumbre en Peñalara, las condiciones de la
cara norte ya las sabíamos.
El refugio está a 1900 m. y de aquí para arriba el frío se
multiplica muy deprisa, los pinos ya empiezan a ser de hielo.
Creo que Dani se quedó con las ganas de escalarse uno, jajaja…
Hasta más arriba de los 2000 m. se siguen viendo algunos pinos, cada
vez menos.
A partir de ahí, solos entre la niebla, es como estar aislados del
mundo. En las
fotos parece que es llano, pero a pesar de no verse por la niebla somos conscientes
de donde estamos.
Cada 50m. valoración del estado de la nieve y decisión consensuada.
Seguimos…
Ya cerca de la cima la niebla es muy intensa, en la
foto no se aprecian, pero la alegría es porque
se ven las formaciones de hielo típicas de la cornisa de la cima, subir, hemos
subido.
Necesitamos tirar de gps para encontrar el mojón de la cumbre. Lo
que no tuvimos fue valor para sacar la bandera de la mochila, ya nos empujaba
el viento bastante sin vela…
No fueron menos importantes las tareas de orientación para encontrar
el camino de bajada, da igual que conozcas una montaña, no te puedes fiar de
las intuiciones, es preciso estar seguro.
Las paredes del Risco de los Claveles no son de piedra como otras
veces, estaban vestidas de wuapo, de domingo.
Esto podría ser lo que nosotros quisiéramos contaros, pero realmente
es un pino, aunque desde los pinares de Valladolid lo pongan en duda…
Y estos los tres segundos de gloria en los que durante toda la
travesía vimos el sol.
Al igual que los pinos hemos pasado mucho frío, las rachas de viento
han sido a veces muy fuertes y la sensación térmica muy baja, pero hemos
disfrutado como unos campeones y al final, queda lo bueno, los recuerdos calentitos
a las brasas de nuestra memoria.
En la cuenca alta del arroyo de la Chorranca, que a esta altura casi
ha desaparecido, paramos a comer, ya al abrigo del bosque. Comprobamos como en
la meseta el tiempo es otro, el infierno está con nosotros.
Luego relajados comenzamos la vuelta. Buen momento para reflexionar
sobre las condiciones de un posible rescate en Peñalara en estas condiciones,
quizás la carretera que antes no entendí por qué estaba abierta, cobra otra
dimensión.
A medida que nos acercamos de nuevo al valle, el sol quiere ser
también protagonista y se empieza a asomar entre los pinos como jugando al
escondite, no le podemos pedir que quiera jugar siempre, todos tenemos nuestros
momentos…
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