En
el cielo brillaba la luna llena de Nissan, la que llamaban los judíos luna de Paresceve
que significa preparación para la pascua, aun no amanece y nosotros también
estamos preparados, es jueves santo, el día escogido para ir al Mampodre.
Maraña nos recibe con su mejor
cara, esta representación en pequeño de los Alpes
Nos dijo una vecina: “Esto no es
más que Suiza, pero Maraña tampoco es menos”
En el pueblo había mucha nieve,
pero estaba todo despejado, en cuanto salimos del pueblo naturaleza en estado
puro.
Volver la vista atrás es
descubrir un pueblo de película, medio sepultado por la nieve y según nos
contaron se ha quitado mucha…
Vamos como locos deseando
alcanzar el collado para ver el panorama.
Ante nuestros ojos el paraíso, la
Peña del Mediodía, el Forqueto, el pico Salamanquino, Las Peñas del Convento… y esa pala de nieve...
Cruzamos sin perder altura las
laderas que caen hacia la laguna del Mampodre.
Y nos pusimos los crampones, de
aquí para adelante el terreno es especial, pindio pindio.
La pala de nieve está algo
blanda, pero nos permite subir con mucha seguridad, remontamos por ella casi doscientos metros de desnivel.
En este rellano se separa en dos
canales, la de la izquierda al collado de Murias y la de la derecha al collado
de Valverde. Buen sitio para descansar y almorzar.
Después afrontamos la pala que
nos lleva al collado de Valverde, otro buen calentón.
Según ganamos altura el collado
de Murias se nos presenta de forma colosal con el Forqueto y la Peña del
Mediodía.
Otros doscientos metro para
alcanzar el collado, este coronado por una rimaya que nos dificulta el paso.
Giramos a la derecha para buscar
un paso, pero estaba peor.
Así que nos fuimos al centro
para atacarla por un punto débil. Los esquiadores que estaban arriba nos echaron una mano, espíritu montañero ...
Desde el collado la Polinosa,
colosal y orgullosa, sensual como la Polinesia…
El Cervunal, en el centro de
todos.
Y el hermano mayor, el pico de La Cruz.
Teníamos claro lo que queríamos,
y nos pusimos manos a la obra.
La nieve ya estaba demasiado
blanda.
Desde mi sitio en la arista
contemplaba los Picos de Europa.
Y las Peñas del Convento, poco a
poco la vista fue girando hacia el Cervunal, y descendimos. La Cruz queda para
otro día.
Subiendo hacia el Cervunal
contemplamos nuestra huella de subida.
Y como siempre volvimos a mirar
hacia adelante, hacia la cumbre.
En la que un poco por debajo de
la Cruz también fuimos muy felices.
En jueves santo hay que hacer
meditación y cargando con el piolet y con la Cruz de fondo, le di gracias al hacedor
por regalarnos tantas maravillas.
Después de comer pensábamos
bajar por aquí para cruzar al collado de Murias, pero esta rimaya se estaba
desprendiendo y no osamos molestarla.
Descendimos hacia el collado del
Cervunal.
Y desde este al valle de
Valverde.
Que como todo el recorrido
estaba precioso.
Aproveche que pasaba por allí
para echar una buena mirada al corredor central de la Polinosa, soñar es
maravilloso.
Poco a poco abandonamos el paraíso.
Y con un revoltijo de
sensaciones entre felicidad y tristeza nos fuimos acercando de nuevo a Maraña.
Como siempre, quizás por la
influencia de Peña La Hoguera, sus vecinos nos reciben con calor, los
montañeros en Maraña nos sentimos especie protegida.
Por fin el Jueves lució el sol y el contraste del azul del cielo y las montañas nevadas hacía todavía más atractivo el paisaje de la sierra de Mampodre que se extendía ante nuestros ojos. Fuimos progresando a buen ritmo pero un exceso de nieve nos impidió llegar a la cumbre del Pico de la Cruz y retrocedimos. Goyo había superado con nota el paso más delicado y tenía la cumbre prácticamente hecha pero prefirió volver con nosotros. El objetivo era ante todo disfrutar y eso sí que lo conseguimos. Final del día con unas cervezas entre bromas, ¡qué mejor forma de celebrarlo! Un buen día de montaña y unos buenos compañeros. Gracias a todos.
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