El valle de Pineta es impresionante, por su belleza y por su
profundidad, desde una pradera verde y llana, te presenta unos murallones con
1200 metros de desnivel que te invitan a subir al cielo, a la vez que la pereza
se intenta meter en la mochila, pero no lo consigue.
El primer tramo se sube por un bosque maravilloso de hayas,
fresnos, acebos y sobre todo boj, para mi desde hace ya mucho tiempo, el olor
oficial de los Pirineos. Cuando ya no pueda subir a las cumbres, seguiré
viniendo solo por el placer de olerlo.
Por todo el valle se precipita el agua de los neveros que
quedan en los valles altos y del glaciar del Monte Perdido, el agua cae por su
peso, formando la gran cascada del Cinca, a nosotros nos cuesta un poco más
subir, pero queremos ver de dónde viene.
Una vez que se supera la cascada, ya es todo casi vertical,
cuesta adivinar por donde te llevará el camino.
Vas colgado por las laderas en una senda muy buena y que te
da mucha seguridad, a pesar de que en muchos tramos no hay donde parar.
La última revuelta te mete en el embudo, que más que la
salida, parece una encerrona.
Cuanto más subes, más grande se te hace la pared que le
cierra, menos mal que sabemos que hay salida.
La senda te lleva a la derecha para mostrarte un pequeño
paso que nos aúpa a una repisa que nos permite cruzar la muralla.
Y al otro lado el balcón de Pineta, la puerta de entrada al
circo de los sueños, lo primero que vemos son el Monte Perdido sobre su glaciar
y el Cilindro de Marboré.
Recorrimos un buen tramo del circo de Marboré hasta las
proximidades del Ibón de Marbore, donde encontramos un buen sitio para pasar
unos días.
Antes de dormirnos fuimos a ver como se miraba en el ibón la
brecha de Tucarroya, es tan coqueta como me la imaginaba, la verdad es que
tiene de que presumir.
Por la mañana, me levanté antes que el sol, estaba detrás de
la Peña Montañesa esperando que le dieran la salida.
Primero se encargó de encender el Cilindro de Marboré, por
unos instantes fue el rey, sólo se le veía a él.
Luego le tocó al Monte Perdido que reflejaba el
rojo sobre el blanco del glaciar.
Cuando comenzamos a caminar, Los Astazus aún estaba en la
sombra.
Nos dirigimos entre el caos de rocas hacia el cuello de los
Astazus, el collado que se ve al fondo.
Cuando le alcanzamos disfrutamos de la primera vista del
glaciar de Ossue y del Vignemale, a su izquierda la zona de Panticosa con Los
Infiernos, El Garmo Negro, El Algas y el Argualas.
El Astazu Oriental y todo el cordal con el Tucarroya y el
Pico de Pineta, el ibón de Marboré y el Balcón de Pineta. Detrás la Huesca
interminable.
Abandonamos el collado camino de nuestra primera cumbre, el
Astazu Ocidental.
La cumbre se alcanza con mucha facilidad, es realmente
maravilloso que una cumbre tan sencilla de subir te muestre unas vistas tan
sobrecogedoras.
Aún no sabíamos lo que nos quedaba y ya nos sentíamos campeones.
A la derecha aparece el Gabieto Oriental, luego el Taillón,
el pico de Balzillac, La Brecha de Rolando y detrás el pico Blanco, el Casco de
Marboré, La Torre de Marboré y a la izquierda la Espalda de Marboré. El circo de Gabarnie es tan profundo que no se llega a ver el fondo
El pico Marboré, el Cilindro de Marboré y el Monte Perdido.
Abandonamos la cumbre en busca del collado de Swan, el Astazu
Oriental se muestra impresionante.
A la izquierda y un poco por debajo el Pic Rouge de Pailla,
que seguirá en la lista…
Según bajo voy observando lo impresionante que es el
corredor Swan, 500 metros entre 50º y 70º
La subida al Astazu Oriental empieza sencilla y se va
complicando según se gana altura, técnicamente es fácil, pero el terreno con
mucha piedra suelta y el desnivel te llevan tenso hasta la cumbre.
Quizás por eso te sabe a cumbre de primera. La arista continúa
hacia Tucarroya, pero ya son palabras mayores.
Esta ruta estaba preparada para Julio del año pasado y no
pudo ser, por eso se la quiero dedicar a la reina de las chiribitas.
El descenso le hicimos por el corredor central, bastante
descompuesto, pero se baja bien.
Después de comer nos fuimos de paseo por el ibón de Marboré.
Aprovechamos para sacar fotos del espejo en el que se miran
el Monte Perdido y el Cilindro de Marboré.
Y de visita al refugio de Tucarroya, que esta encaramado en
medio de la brecha.
Desde lejos parece muy difícil subir, pero un sendero va
haciendo zetas hasta arriba.
El refugio de Tucarroya es el más antiguo de los Pirineos, se
inauguró en 1890 y desde 1999 está restaurado y en buenas condiciones.
Pertenece al club alpino francés de Lourdes.
Un sitio maravilloso para preparar la subida al Monte
Perdido.
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