El Monte Perdido desde el Balcón de Pineta tiene una subida clásica
en invierno, la conocida como la Norte del Perdido que sube directa a la cumbre
y otra que se utiliza en verano por falta de nieve en la clásica, que pasa por
el Cuello del Cilindro al lago Helado.
Con las primeras luces del día levantamos el campamento, está
haciendo unos días de mucho calor y hay que darse vida para sufrir lo menos
posible.
Aún no daba el sol y habíamos descendido al fondo de la
cuenca superior del Balcón de Pineta y remontado las laderas hasta la pared del
Monte Perdido.
Con otro poco más de esfuerzo llegamos a la chimenea por la
que tenemos que superar la pared, a nosotros nos la marcó la luna, pero si os dejáis
llevar por la senda, os lleva al mismo sitio.
La subida no es nada complicada, la mayoría es de grado II, quizás
la parte alta sea III, pero más por la altura que por la dificultad. Está
equipada con parabolt para poder repelarla, nosotros usamos una cuerda de
treinta metros, pero sería mejor de cuarenta, o dos de treinta.
Una vez superada ya estamos en el glaciar del Monte Perdido.
Y tendremos encima un cordal de piedra más rojiza que
tenemos que remontar para seguir progresando por detrás de ellas.
Hay bastante piedra suelta, pero sobran sitios para subir
sin dificultades y progresar con bastante comodidad.
Mirando hacia el Cuello del Cilindro vamos comprobando que
zonas que desde abajo parecían hielo, es la caliza que disuelta por el glaciar
tiene una capa como de cal. Mejor, un problema menos.
Del glaciar apenas pisamos algunos trozos, por desgracia
queda muy poca nieve, bueno, y muy poco glaciar, de unos años aquí el aspecto
es desolador.
Después hay que enfrentarse al tramo más complejo, la
pedrera del Cuello del Cilindro tiene bastante inclinación y muchísima piedra
pequeña, cuesta progresar, lo mejor es pegarse a la izquierda y subir lo más
posible por la roca.
Una vez superada ya se puede hacer una foto, en esta salimos
los dos.
Luego todavía nos queda una buena pedrera, pero mucho más
cómoda y con unas vistas al Balcón de Pineta impresionantes.
Impresionante el Desfiladero de Ordesa rodeando la Punta
Tobacor.
A nosotros todavía nos toca bajar, un pequeño destrepe, una
travesía por la pared del Cuello del Cilindro y otro destrepe para bajar los 71
metros que nos separan del lago Helado.
Como era de esperar a estas alturas y con tanto calor no
hace honor a su nombre, es un lago tranquilo, sólo que a 3000 metros.
Desde aquí ya no hay descanso, todo para arriba, 348 metros
de canal cada vez más pindia, y cada vez con más piedra suelta, según resbalas
subiendo, vas haciendo planes para bajar.
Desde la ante cima es el mejor sitio para contemplar el ibón
de Marboré.
Y el Balcón de Pineta.
Y los Astazus.
Luego otro apretón hasta la cumbre principal, para
celebrarlo.
Y posar con el Cilindro de Marboré y de fondo el glaciar de
Ossue y el Vignemale.
La altura que hemos ganado nos permite ahora ver a la
derecha de la Punta Tobacor la Peña Oroel y adivinar Jaca, que a mí la vista ya
no me da…
Realmente precioso contemplar desde aquí El Cilindro, el Cuello
y el lago Helado.
La bajada por la pedrera la hicimos a tumba abierta, la
escupidera sin nieve es pan comido, con ella, hay que apretar el culo. La luz
nos permite ahora hacer una buena foto de toda la subida.
Luego de nuevo a resquilar para subir al Cuello.
Y otra pedrera que bajamos realmente deprisa, a veces te
hundes en la piedra hasta la rodilla.
La falta de hielo nos deja al descubierto estas “estalactitas”
(desconozco su nombre) formadas por el arrastre del glaciar, son realmente
bonitas, pero preferiría con mucho que no se vieran. Si no nos lo tomamos en
serio, en unos años se verán muchas más.
Después de comer no nos quedaba otra que acercarnos al balcón
y dejarnos caer, se terminaba nuestro tiempo.
El mismo vértigo que da la altura, se nos produce en el
alma, caída libre desde el paraíso a los quehaceres de cada día.
El día ya se estaba terminando, la cascada del Cinca nunca
termina de caer, nosotros nunca dejaremos de volver, aun cuando todo esté
terminado, lo soñaré.
Buen reportaje, Goyo. Un placer que compartas esas maravillas. Un abrazo
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