Salimos desde Celada de Roblecedo, situado en el valle de
Castillerías, en pleno corazón de la Montaña Palentina. El otoño ya presenta
sus credenciales.
Pero el verano se resiste a entregar sus armas y conviven en
una extraña armonía.
Nosotros tampoco renunciamos a ninguna, disfrutamos de un día de
otoño con tiempo de verano.
Abandonamos el pueblo cruzando el río Castillería y
enseguida empezamos a tener unas vistas excepcionales del valle.
Luego nos metimos en el interior del bosque para que su
energía fuese tomando posesión de nuestros sentidos.
Este año atípico no se ven a penas setas, pero hay
excepciones, como este hongo de proporciones exageradas y una gran belleza.
La humedad, la escasa luz, el profundo olor de los robles,
hacen que este tramo de la ruta se nos grave en la memoria.
Cuando se va terminando el bosque, la luz empieza a tomar el
protagonismo.
Ya fuera del bosque el protagonista es el paisaje, en primer
plano la Peña del Águila y de fondo el Espigüete, el Curavacas y Peña Prieta.
En las praderas son las flores las protagonistas.
Paramos a comer el bocata en este rellano donde labraban piedras de molino, poco antes de alcanzar el collado de Pradocollado.
No es que utilizasen un sitio en concreto, pero aquí hay una
buena concentración.
Las vistas, también lo aconsejaban.
El refugio de Pradocollado ya está restaurado del todo.
Alcanzar la cumbre de Peña Tejedo fue un paseo entretenido por
la caliza.
Para el descenso había que buscar una canal en la cara
Oeste.
Que es bastante pindia, pero poco a poco y echando las manos,
se baja bien.
Ahí están, Peña Tejedo y su canal de descenso.
En las praderas vuelve a parecer principios de Septiembre y
ya son casi los Santos…
Precioso marco para los Picos de Europa desde el collado de
Viarce.
Abandonamos el collado de Viarce por la ladera Sur de La Verdiana.
Con el Espigüete como punto de mira, nos dirigimos a la horcada por la que descenderemos al valle.
En el valle encontraremos la pista que nos llevará de nuevo a
Celada de Roblecedo.
La vuelta es un momento de encuentro con la naturaleza, de
disfrutar de la inmensidad de sensaciones que La Pernía nos aporta, de
empaparnos de otoño hasta la saciedad.
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