Comenzamos la ruta en Villaverde de la Cuerna, cuando se
acaba la carretera, seguimos por el camino que remonta el arroyo de Fargas y
que nos llevaría hasta Puebla de Lillo.
A la izquierda de este espinazo calizo de 1884m. dejamos el
collado de Valporquero, por el que luego volveremos a enlazar con el camino de
subida.
En el Pando de Valporquero abandonamos la pista y remontamos
por los prados de Valporquero hasta colocarnos justo debajo del Pico Redondo.
Con la atenta mirada del Susarón vamos ganando altura poco a
poco, aquí no hay prisa, es mejor ir con mucha calma.
Según ganamos altura nos vamos metiendo entre la niebla que
pasa desde Asturias.
Cuando alcanzamos la arista estamos rodeados y a esta altura
el calabobos (no haber venido) es persistente.
Las vistas no han sido la razón para continuar con nuestra
aventura.
Entre la niebla alcanzamos la cima del Pico Redondo.
Y decidimos continuar…
Habrá quien no lo entienda, pero en todo momento hemos
conservado la esperanza.
Sabemos que en cualquier momento el cielo quiere y nosotros
queremos estar ahí.
Coronamos el Pico Cuerna, nuestra máxima altura del día 2140
m.
Y seguimos soñando…
Sabemos que nos queda lo más bonito de nuestra ruta.
La cima de Peña Agujas es lo más escarpado que teníamos que
afrontar.
Y lo conseguimos, creo que incluso el perro que nos acompañó
desde el pueblo flipa de nuestra persistencia. No sabe lo que pone, pero seguro que piensa que es algo grande.
El descenso lo hacemos con mucho cuidadin, el terreno
resbalaba bastante.
No puede faltar la visita al “moaí” que como nosotros, intenta
atravesar la niebla con la mirada para ver un paisaje precioso que se nos
resiste.
Una vez descendida Peña Agujas, abandonamos la arista por la
que vinimos y vamos perdiendo altura para descender.
Abandonamos la niebla y recuperamos la mirada. Sorprendimos
a los rebecos al aparecer entre las nubes.
Y empezamos a ver el valle por el que subimos, por fin
estamos de nuevo orientados.
La arista caliza que veíamos al subir, aún se está
intentando zafar de la niebla.
Nuestro camino pasa por ella. Así que nos toca treparla.
Y por fin hacemos una cumbre en la que no llueve, ni hay
niebla, la más humilde de las cuatro, pero como tantas veces en la vida, la más
generosa.
Descendimos por la vertiente contraria para alcanzar el
collado de Valporquero.
Y por un regato descendimos a la pista por la que subimos.
En el valle nos reciben las orquídeas y las centaureas, son el bálsamo a nuestra pena por lo que no vimos, el laurel que premia nuestro tesón.
El cielo ya quería despejarse.
Y el valle nos acoge como albergue y nos brinda su hospitalidad.
La llegada la pueblo nos transporta en el tiempo y nos
recuerda tantos momentos de nuestra juventud.
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