Empezaba a amanecer en el refugio A. Dibona y esto en
Dolomitas es muy temprano, pero la amenaza de tormentas por las tardes está ya
más que probada, así que no se puede arriesgar, la primera etapa es la forcella
Fontananegra, vamos, que para arriba.
El desnivel es fuerte, pero entre las muchas ganas que le
tengo a la Tofana y los regalos que la mañana me va haciendo se me hace muy
llevadero.
Para arriba sólo veo desnivel que superar, pero por detrás cada
instante es una sorpresa, el día que nace está creando esos paisajes efímeros
que si no estás en ese momento no existen.
En la Marmolada parece como si estuvieran terminando de
hornear la Punta Penia para que los madrugadores la puedan estrenar.
Yo no quería mirar para arriba tan pronto, pero al sol se le
ocurrió iluminar la cumbre y no pude evitarlo.
Ahora ya está claro lo que desde abajo no podía imaginar, el
paso es fácil, como todos los refugios que he visto por aquí.
En cuanto entras en la forcella la nieve se hace presente,
estamos por encima de los 2500 m.
A la izquierda, encaramados en las rocas quedan los restos
del antiguo refugio de Cantore.
Un poco más arriba y a la derecha aparece el nuevo refugio
de Giussani.
Aquí empieza el panorama y lo mejor es intentar encontrar
alguna huella.
Y la encuentro, llevo a un grupo por delante que han salido del refugio, no les veo,
pero se les oye hablar, eso por este terreno me da mucha tranquilidad, ya no
voy sólo.
El cielo parece una amenaza, pero después de lo visto estos
días no lo es, es la tormenta de ayer que se resiste a marcharse.
Como estoy hecho un chaval, consigo contactar con el grupo,
son austriacos con un guía italiano. La mejor compañía que podía tener, no hay
nadie más.
La forcella de Fontananegra queda abajo como olvidada.
Y hacia la otra vertiente se va abriendo otro valle
espectacular.
La pendiente de frente parece solo bastante, pero es
bastante más de lo que parece.
Si echamos una mirada a la derecha, como para ver La
Marmolada, nos queda reflejada la pendiente real de la arista.
Con otro apretón nos ponemos en la arista, de momento
suaviza un poco el desnivel, pero mirando para arriba se ve otro panorama.
En varias ocasiones me dijeron que pasara, porque me veían
parado detrás, yo les decía, que no podía. Y pensaba, ya que cobra, que abra huella…
La verdad es que no tenía ninguna prisa, estaba disfrutando
de una subida muy montañera y muy guapa, que de estar sólo me hubiera apretado
y así iba tan relajado.
La caída a ambos lados es impresionante, aquí no sólo hace
falta saber que tienes la fuerza para subir, hay que estar seguro que no te
fallan los nervios para bajar.
Enfrente la Tofana di Mezzo y la Tofana di Dentro, abajo el
refugio solo se ve si sabes dónde está, es una piedra más.
La llegada a la cima es mágica, es justo como en los sueños,
ya no se puede subir más.
Y así es, de frente hay una pared vertical a la que da miedo
hasta asomarse.
Las agujas que desde abajo son impresionantes, desde aquí
parecen solo piedras.
En el horizonte La Marmolada, con la Punta Penia y el Gran
Vernel.
La mole de la izquierda con esa gran columna es el Monte
Pelmo y la arista en el centro es el Monte Civetta. Otros dos grandes de
Dolomitas.
Y este es el pelma de las cruces, o los pelmas son ellos, en
todas las cimas que estuve había una cruz. La subida ha sido muy intensa, son
las 8:30 y ya nos disponemos a bajar.
La bajada no tiene desperdicio, es impresionante, todos con
el freno motor para no acelerarnos, que luego a ver quien frena.
Pasado lo mas pindio, nos da un poco de tiempo a disfrutar
del inmenso horizonte de garabatos que
forman las cumbres de Dolomitas.
Un rato para inmortalizar a los Tofanas del otro lado.
Porque enseguida la arista se vuelve a poner interesante,
como para despistarse.
Luego ya es cuestión de paciencia, hay que perder altura
hasta la forcella, que sin ser tan peligroso, tampoco te puedes despistar mucho.
Desde la forcella se ve abajo el refugio A. Dibona, otro día parecería
muy lejano, pero la tormenta por fin se ha ido y tengo todo el día por delante…
Ahora sí que no da cosa mirar hacia arriba, da regustillo.
Dolomitas desde las cumbres es maravilloso, pero ver sus
agujas asomarse entre los abetos y los alerces, disputándose su trozo de cielo,
me recuerda al espíritu montañero, subir hasta donde se pueda.
Esta si que me ha gustado un monton,sin afear las otras,pero se lleva la palma.Hay que aprovechar el momento y lo has hecho de maravilla este año.Ya quedaremos y me lo cuentas en persona.
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